La lucha por la concentración es también un medio de santificación
A pesar de no ser lo deseable, la distracción es una realidad en la vida de todo cristiano. Ya se sabe que aún la oración hecha entre distracciones posee valor frente a Dios. Sin embargo, ella no ayuda a que la persona avance en su vida de santidad y entre en otras moradas. La lucha de todos debe ser, por lo tanto, combatir la distracción y así obtener de ella el alimento para el alma, como enseña Santa Teresa de Avila.
En primer lugar es necesario definir lo que es esa “atención” que se quiere alcanzar. Santo Tomás de Aquino enseña que existen tres tipos:
a) La atención de las palabras
b) La atención de los sentidos
c) La atención de la presencia
La primera es cuando la persona pronuncia palabras con concentración pero sin detenerse en lo que significan. Cuando eso sucede, o sea cuando la persona medita en el sentido de lo que está diciendo, es evidente que está en el segundo caso. A pesar de que el progreso ya haya sido grande aún existe otra distracción por vencer: la del tercer caso. Es necesario estar atento de que existe una presencia, existe una Persona con la cual se está hablando en la oración. Si eso no es percibido, la persona aún está dispersa.
La distracción puede ser voluntaria o involuntaria, según el fraile dominicano Antonio Royo Marin, en su Obra Teológica de la perfección cristiana. La distracción involuntaria puede ser causada por la propia índole (temperamento) del indivíduo, por fatiga mental, por culpa del diretor espiritual (que puede determinar un tipo de oración para la cual la persona aún no está preparada) y finalmente, por culpa del demonio (en este caso, el remedio es el uso de agua bendita durante los momentos de oración)
Las causas voluntarias de la distracción según el Fraile Antonio Royo Marin, son:
a) La falta de una preparación próxima (rezar sin preparar el lugar, sin determinar el tiempo, no tener postura de oración)
b) La falta de preparación remota (cuando la persona vive una vida dispersa por culpa personal)
El fraile enseña el remedio para luchar contra la distracción, remarcando que es realmente un combate y ese combate también tiene su mérito frente a Dios. La lucha por la concentración es también un medio de santificación. Si las causas son involuntarias el fraile explica que es posible liberarse de los influjos del temperamento con el uso de algunos auxilios: leer y hablar en voz alta, rezar por escrito, hacer actos de devoción (mirar fijamente al sagrario,alguna imagen, etc), escoger materias de oración más concretas y menos abstractas, propiciando el entendimiento y la concentración, humillarse frente a Dios, cuantas veces sea necesario.
Para las distracciones voluntarias los remedios son: la preparación próxima (preparar el lugar, determinar el tiempo y adoptar una postura) y la preparación remota (cultivar el silencio, huir de la curiosidad vana).
El cultivo del silencio, dice, ayuda a “oir” mejor a Dios, hace que la persona se encuentre consigo misma, además, produce una higiene (salud) psíquica. Ya la curiosidad vana lleva a la persona a salir del foco de la vida y si no se tiene foco en la vida, ¿tendrá oración? Difícilmente.
Todo eso puede ser resumido en guardar los sentidos, la imaginación y el corazón. El hombre no es una lata de basura que puede ver todo, oir todo, experimentar todo y aún así creer que saldrá ileso de todo eso. Las imágenes y los sonidos almacenados pueden transformarse en basura. Así, cuando la persona se pone en oración es impedida por toda esa basura que está llenando su corazón.
La concentración en la oración es una lucha, una batalla. Hoy, fueron ofrecidos algunos consejos, armas, para ayudar en este combate. Pero aún luchando, sea humilde, recuerde que la oración con distracciones también tiene valor. No desistas de luchar, Dios aprecia todo esfuerzo. Con la lucha el hombre se puede hacer más fuerte, más santo, más hijo de Dios.
Fuente: padrepauloricardo.org
fuente: Portal Canción nueva en español
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