martes, 13 de octubre de 2015

Purificar el interior de nuestro corazón

Es justo y santo, hermanos, obedecer a Dios antes que seguir a los agitadores orgullosos… Acerquémonos a los que con amor ponen en práctica la paz, no a los que fingen quererla. Puesto que, en efecto, en alguna parte se dice: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí» (Is 29,13 ; Mc 7,6). Y también: «Con la boca, bendicen, pero con el  corazón, maldicen» (Sl 61,5) Y también: «Con la boca han dicho que le  amaban, y con la lengua le han mentido; de corazón no eran sinceros con él y no permanecieron fieles a su alianza» (Sl 77,36)…
    Cristo pertenece a los que son humildes de corazón, no a los que se ponen por encima de su rebaño. El cetro de la majestad de  Dios (cf Heb 1,8), el Señor Jesucristo, no ha venido lleno de arrogancia y orgullo –y, sin embargo, podía haberlo hecho- sino con humildad de corazón, tal como el Espíritu Santo había dicho de él: «¿Quién ha creído nuestra palabra? y el brazo del Señor ¿a quién se ha revelado? Lo hemos anunciado como un niño, como una raíz en tierra árida. No tenía belleza ni esplendor; lo hemos visto… mas su aspecto era despreciable» (Is 53,1-3)… Ved, pues, amados míos, cuál es el modelo que se nos ha dado. Si el Señor se ha humillado tanto, ¿qué hemos de hacer nosotros a quienes nos ha concedido poder  caminar bajo el yugo de su gracia?
San Clemente de Roma,
papa del año 90 a 100 aproximadamente 
Carta a los Corintios, 14-16
«Purificar el interior de nuestro corazón»

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