Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer. Pero el Señor le dijo: "¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro.
RESONAR DE LA PALABRA
Óscar Romano, cmf.
A la paz de Dios:
Abstenerse supersticiosos.
Dejarse invitar. Es muy probable que ese fariseo tuviese ganas de comentar el discurso que Jesús acababa de hacer (versículos anteriores: cómo hacer oración y su sentido, la expulsión de los demonios y la casa barrida, el vientre que te llevó y los pechos que te criaron, signos y generaciones, el ojo lámpara del cuerpo…). Muchos temas para una sobremesa sosegada.
Pero Jesús siempre sorprende. Y de la anécdota pasa la categoría. El simple hecho de lavarse o no las manos da pie a una interesante reprimenda, supongo que cariñosa, del Maestro.
La fachada puede estar en perfectas condiciones pero el edificio amenaza ruina. El mensaje de Jesús nos viene también muy bien a nosotros. Porque en demasiadas ocasiones nos preocupamos solo de la imagen y olvidamos el interior.
Buena oportunidad la que tenemos hoy para revisarnos por dentro, para comprobar por qué hacemos las cosas, cuáles son nuestras más sinceras intenciones.
Que hoy seamos capaces de dar lo mejor que hay en nuestro corazón.
Tu hermano y amigo
Óscar Romano, cmf.
para Ciudad Redonda
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