I Viernes de Adviento
(Is 29, 17-24; Sal 26; Mt 9, 27 -31)
fuente: Ciudad Redonda
El tiempo de Adviento es tiempo de mirada amplia, de visión creyente, que anticipa los acontecimientos de la Salvación. Desde esta perspectiva, la Palabra de Dios de este día nos recuerda que la fe es regalo, don gratuito por el que cabe anticipar la celebración del amor divino, misericordioso, manifestado en Jesucristo.
Como signo de lo que cabe vislumbrar gracias a la fe, se nos narra la promesa de la curación de los invidentes: “Verán los ojos de los ciegos”. El salmista acierta a cantar a quien va a ser el sol que nace de lo alto, que se presentará a Sí mismo como Luz del mundo.
Recita en tu interior: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?” “El Señor llega con poder y hará que vean los ojos de sus siervos”. Seguro que sentirás cómo se iluminan las zonas más profundas del ser.
En correspondencia con las profecías, y para que se perciba más claramente que en Jesús se cumple lo que habían anunciado los profetas, el Evangelio trae el relato de la curación de los ciegos: “Les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe.» Y se les abrieron los ojos”.
Visión y fe se corresponden. No se trata de recuperar únicamente la visión física, tantas veces insuficiente para contemplar la obra de Dios en nosotros y en la Historia de Salvación, sino de que se nos abran los ojos del alma, por los que lleguemos a la visión íntima de lo que el Espíritu ha hecho en nosotros. Y en cada ser humano.
Gracias a la fe, todo se percibe de otra manera, y los acontecimientos revelan la presencia discreta y amorosa del Señor, motivo por el que cabe que surja no solo el agradecimiento, sino también el deseo de seguirle a Él.
Si comparamos los verbos con los que se describe el signo hecho por Jesús de dar vista a los ciegos, y la complacencia del Creador cuando cada día miraba su obra, se puede concluir que este tiempo nos ofrece la posibilidad de mirar la historia con los ojos de Dios, y de llegar a observar que, por encima de todo lo que nos puede parecer adverso, se mantiene la bondad y la belleza de la creación, pues todo ser creado es bueno y hermoso.
Este tiempo suele ser, en muchas ciudades, época de iluminarlas, de abrir ventanas, de decorar las calles, porque desde el misterio del Adviento, todo es nuevo, y todo recupera la huella de su Autor.
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