«El hombre... se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne»
¿Qué es lo que debes decir a tu mujer? Dile con toda dulzura: «... Yo te he escogido, te amo y te prefiero más que a mi propia vida. La existencia de ahora no es nada; por eso mis oraciones, recomendaciones y todos mis actos van dirigidos a que se nos conceda pasar esta vida de manera tal que podamos estar reunidos en la vida futura sin temor alguno de separación. El tiempo que vivimos es corto y frágil. Si se nos concede poder agradar a Dios durante esta vida, eternamente estaremos con Cristo y el uno con el otro en una felicidad sin límites. Tu amor me llena de gozo más que todo y no conocería una desdicha más insoportable que estar separado de ti. Aunque tuviera que perderlo todo llegar a ser más pobre que un mendigo, arriesgar los más grandes peligros, aguantar lo que fuera, todo me sería soportable con tal que permanezca tu afecto hacia mí. Es sólo contando con este amor que desearé hijos.»
Será también necesario que tu conducta sea conforme a estas palabras... Demuestra a tu mujer que aprecias en mucho el poder vivir con ella y que, por ella, prefieres estar en casa que en la plaza. Prefiérela a todos los amigos e incluso a los hijos que ella te ha dado; y que éstos te amen a ti por ella...
Haced en común vuestras oraciones. Que cada uno vaya a la iglesia y en casa el marido pregunte a su mujer, y la mujer a su marido, que es lo que allí se ha dicho y leído... Aprended el temor de Dios; todo lo demás irá viniendo como de una fuente y vuestra casa se llenará de bienes innumerables. Aspiremos a los bienes incorruptibles, que los otros no nos faltarán. «Buscad primero el Reino de Dios, nos dice el Evangelio, y todo lo demás se os dará por añadidura» (MT 6, 33).
San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 20 sobre la carta a los Efesios, 4,8,9; PG 62, 140s
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