«Tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que está en lo escondido...» Mt 6, 17
La segunda condición es no ayunar por vanidad sino por humildad, pues si nuestro ayuno lo hacemos sin humildad no será agradable a Dios.
Preparaos a ayunar con caridad, pues si lo hacéis sin ella será vano e inútil, ya que el ayuno es como todas las otras obras buenas, si no se hace con caridad y por caridad, no agrada a Dios.
Cuando os disciplináis, cuando hacéis mucha oración, si no tenéis caridad, todo eso no es nada. Aunque obraseis milagros, si no tenéis caridad, de nada os aprovecharán.
Porque todas las obras, pequeñas o grandes, por buenas que sean, no valen ni nos aprovechan si no están hechas en la caridad y por la caridad. Y digo lo mismo: si vuestro ayuno va sin humildad, de nada vale y no puede ser agradable a Dios.
Porque si no tenéis humildad, no tenéis caridad y si estáis sin caridad también estáis sin humildad; ya que es imposible tener caridad sin humildad, sin ser humilde; y ser humilde no se puede sin tener caridad; estas dos virtudes tienen una correspondencia y coinciden de tal forma que no pueden jamás ir la una sin la otra.
Y ¿qué es eso de ayunar con humildad? Es no ayunar por vanidad; y ¿cómo se ayuna con vanidad? Ayunando a nuestro capricho y no como los otros quieren. Ayunando como nos gusta y no como se nos manda o aconseja. Habrá algunas que quieren ayunar más de lo conveniente y otras que no quieren ayunar lo mandado. Y ¿quién hace esto sino la vanidad y la propia voluntad? Porque todo lo que viene de nosotros, nos parece lo mejor.
Pongámonos la mano en el corazón y veremos que lo que viene de nosotros, de nuestros propio parecer, gusto o elección lo estimamos y nos gusta más que lo que nos viene de otro. Tenemos en ello cierta complacencia, que nos facilita las cosas más arduas y difíciles y esta complacencia es casi siempre vanidad.
Francisco de Sales
Sermón: Ayunar por humildad
«Tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que está en lo escondido...» (Mt 6, 17
para el Miércoles de ceniza, 9-2-1622. X, 185
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