martes, 11 de abril de 2017

UNDÉCIMA ESTACIÓN

Texto profético
«¿Y esas heridas que hay entre tus manos?», responderá: «Las he recibido en casa de mis amigos». (Is 13, 6)
Texto evangélico
Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos» (Mc 15, 25-32).
Texto patrístico
“… nosotros estábamos representados allí. Pues lo que de él colgó en la cruz era lo que había recibido de nosotros. Si no, ¿cómo es posible que, en un momento dado, Dios Padre aleje de sí y abandone a su único Hijo, que efectivamente no es sino un solo Dios con él? Y no obstante, al clavar nuestra debilidad en la cruz, donde, como dice el Apóstol, nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, exclamó con la voz de aquel mismo hombre nuestro: Dios mío, Dios mío; ¿por qué me has abandonado? (San Agustín).

Texto místico
“Una persona que estaba muy afligida delante de un crucifijo en este punto, considerando que nunca había tenido qué dar a Dios ni qué dejar por El: díjole el mismo Crucificado, consolándola, que Él le daba todos los dolores y trabajos que había pasado en su Pasión, que los tuviese por propios, para ofrecer a su Padre” (Santa Teresa de Jesús, Moradas VI, 5, 6).

Consideración
-  Jesús, ¿era necesario que llegaras hasta aquí?
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos”.
La Cruz nos revela que Dios. en vez de aconsejarnos cómo soportar nuestro dolor, se ha convertido en nuestro propio sufrimiento. Toda cruz es sacramento de la Redención.

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