sábado, 1 de julio de 2017

Meditación: Mateo 8, 5-17


San Junípero Serra, presbítero

Él le contestó: “Voy a curarlo” (Mateo 8, 7)

En realidad, no sabemos cómo el centurión del pasaje de hoy llegó a creer en Cristo, pero San Mateo nos dice claramente que era un hombre de gran fe. Lo interesante es que no solamente creía, sino que entendía muy bien la magnitud de la autoridad de Jesús; además era tan compasivo que estuvo dispuesto a arriesgar su propio prestigio de soldado romano al acercarse a Jesús para pedirle por uno de sus servidores.

Posiblemente ninguno de nosotros tenga una fe tan impresionante como la del centurión, pero en realidad no es necesario tenerla. Jesús nos ama tanto a nosotros como a él, y si acudimos a pedirle ayuda aunque sea en lo más mínimo, su corazón se desborda de amor y nos bendice con lo que necesitamos. Naturalmente, Jesús quiere que tengamos fe, pero él ha prometido ayudarnos aunque la fe que tengamos sea muy pequeña. Basta con reconocer la realidad y decirle: “Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!” (Marcos 9, 24). Esta oración es, ya de por sí, una declaración de fe, porque solamente puede decirla alguien que crea que Jesús tiene poder para librarlo de la incredulidad.

Pongamos, pues, toda nuestra confianza en Cristo, porque no tenemos que pasarnos la vida tratando de resolver todas las dificultades por nuestros propios medios. El nombre de Jesús, en hebreo Yeshúa, significa “Dios salva”, de manera que su propia persona y su misión nos salvan de todo tipo de males, porque el Señor quiere comunicarnos la salud completa y llenarnos de la vida divina.

Sabemos que Cristo está siempre con sus fieles, porque nos prometió: “Nunca te dejaré ni te abandonaré” (Hebreos 13, 5), de manera que con la poca o mucha fe que tengas, preséntate ante Jesús, cuéntale todas tus alegrías, tus penas, tus planes y tus aflicciones, y pídele que te conceda la salud y la paz. Ora por tus seres queridos, por los necesitados e incluso por tus enemigos. Tal vez no veas los resultados inmediatamente, pero siempre puedes pedir con confianza porque sabemos que Jesús responderá a nuestras oraciones concediéndonos lo que sea mejor para nosotros y para nuestra salvación.
“Jesús, Señor mío y Dios mío, te alabo porque tienes el corazón lleno de amor y misericordia. Gracias por prometerme la salud y la paz, y gracias por llamarme a ser un digno seguidor tuyo.”
Génesis 18, 1-15
(Salmo) Lucas 1, 46-50. 53-55

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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