Sencillo y poderoso ejercicio de agradecimiento a quien creyó en ti
Esas personas que han encendido una luz en mi vida… las nombro, les doy las gracias si es posible y, si no lo es, al menos rezo por ellas
Es importante encontrar personas que nos den algo de luz, que nos muestren quiénes somos.
Hace poco leía un comentario lleno de esperanza: “Una persona que te espera en alguna parte es esa cerilla que se enciende en un campo por la noche. Quizás no pueda iluminar toda la oscuridad pero te muestra el camino para volver a casa”[1].
Me gustó mucho esa imagen. Una persona que te espera, el amor que aguarda y acompaña nuestro camino.
Todos tenemos personas en nuestra vida que nos esperan y nos van desvelando nuestra verdad. Vierten sólo algo de luz sobre la oscuridad del alma.
Hay personas que son como ángeles. Nos conducen hasta Dios y nos muestran el camino de vuelta a casa. Creen en nosotros, en nuestra verdad, en la misión que Dios nos encomienda.
¿Quién es ese ángel que encendió un día una luz en mi vida en medio de la noche? ¿Que me condujo hasta Dios, que me habló de Él y con su amor me mostró cuánto me quería?
Queremos aprender a dar gracias por esas personas que Dios ha puesto en nuestra vida y nos han ayudado a beber, a saciarnos del agua de Dios.
Por aquellos que nos han enseñado a conocernos y a valorar el tesoro que llevamos en vasijas de barro.
Hoy las nombramos, les damos las gracias si es posible y, si no lo es, al menos rezamos por ellas con agradecimiento.
Esas pequeñas luces en medio del camino nos han mostrado nuestra verdad y nos han ayudado a creer en lo que podemos llegar a ser.
A veces pensamos que no valemos mucho, que no tenemos muchos talentos. Nos miramos, miramos a otros y nos comparamos. Vemos una gran distancia entre lo que valoramos en otras personas, entre lo que soñamos y lo que somos.
Nos duele ver todo lo que no tenemos. Y sufrimos por ello. Esos que nos aman nos han recordado nuestro valor.
Es muy importante saber qué cosas hacemos bien. Cuáles son nuestros talentos. Descubrir nuestra misión. El sentido de nuestra vida.
También nosotros podemos ser ángeles para otros. Mostrarles el camino. Indicarles el sentido de su vida. Podemos ver con nuestra lupa cómo somos y descubrir el valor oculto de nuestra vida.
También queremos ser nosotros luz para otros, una cerilla encendida. Hacerles ver que tiene sentido dar la vida. Que sin lo que ellos aportan nos perderíamos todos algo muy importante. Queremos ser esa cerilla encendida en la noche que ilumina el camino a otros.
[1] Antonio G. Iturbe, La bibliotecaria de Auschwitz.
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