“Tened todos el mismo pensar: sed compasivos, fraternales, misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni ultraje por ultraje; al contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición”
1Pe 3, 8-10
Empieza por ese pequeño territorio que Dios te ha encomendado: empieza por tu familia. Nos decía Madre Teresa: “No hay que venir a Calcuta para transformar el mundo. Empieza por tu familia”.
La familia debe ser el lugar por excelencia donde damos y recibimos “bendición”. Bendición significa “decir bien”, la bendición produce el bien, extiende el bien.
Los esposos se hacen el bien. Los padres a los hijos se producen bien.
La palabra bien en término espiritual es mucho más profunda de lo que estamos acostumbrados a percibir en nuestra sociedad.
La sociedad habla de “bienestar”. Nos habla de calidad de vida sólo en términos materiales, como posibilidad de consumir, de tener... Dios nos envía el Bien en un sentido mucho más profundo.
Hay en las familias un gran dolor; nos herimos, nos producimos sufrimiento cuando somos soberbios, cuando no aceptamos nuestras imperfecciones, cuando no somos capaces de reconocer nuestros errores, de perdonar y pedir perdón.
La familia es el lugar donde aprendemos a acoger y ser acogidos. Estamos llamados a hacer de la familia un lugar para habitar en paz con nosotros mismos y con nuestro esposo/a e hijos. Lugar donde se nos acepta como somos y no necesitamos llevar máscara. Lugar donde se dice la verdad pero con amor y por el bien del otro, para crecer juntos.
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