lunes, 24 de noviembre de 2014

LOS PREJUICIOS

¿Por que sentimos prejuicio?    

Tenemos de traducir lo diferente como una forma de enemistad

“Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores” (Mt 5,44). A menudo este sea el versículo más desafiador de la Biblia. Jesús propone el extremo del amor, un amor que es capaz de dar la vida a un enemigo. “Y Él así lo hizo” (Rom 5,6-10).

¿Quienes son nuestros enemigos? Tal vez vemos como enemigos aquellos que, de alguna forma, declaran guerra contra nosotros o nos hicieran algún mal. Pero el texto quiere mostrarnos que inclusos ellos deben ser amados. Existen formas amena de enemistad, que son muchos más frecuente y, tal vez por eso, más desafiadora. Una de ellas son las diferencias entre nosotros, porque tenemos la tendencia de traducir lo diferente como una forma de enemistad.

Por que sentimos prejuicio 2

Existen muchas formas de diversidades: raza, sexo, edad, capacidad naturales, religión, cultura, posición política, condición social, grupo social etc. Podríamos escuchar Jesús decir: “Amar los diferente”.

Existen dos tipos de diferencias fundamentales:
Aquellas que provén de una condición natural. Un ejemplo fundamental es la raza, la étnica, y podemos poner aquí la diferencia de cultura. También aquellas que surgen por una condición limitado natural, como enfermedades, condiciones sociales, edad, capacidades naturales etc. Estas diferencias no llevan en si un valor moral. Ellas están por encima de cualquier condicionamiento, y cualquier restricción al diferente hiere gravemente la ley del amor. En este aspecto, lo más típico ejemplo de violación al respecto al demás es el racismo.

Otra forma de diversidad proviene de ideas y opciones contrarias entre las personas. Algunos ejemplos son divergencias de religión, posición política, grupos sociales y opciones morales. Estas, si, tienen significado moral y, por eso, cargan una complexidad mayor en la relación entre los diferentes. Jesús nos enseña a amar estas personas, lo que no significa necesariamente concordar con la idea o opciones de ellas. Él acoge y perdona la adultera, pero es incisivo en determinar tu valor de vida: “Vete, no peques más en adelante” (Jn 8,11). En esta forma, el desafío es mucho mayor, porque podemos hacer dos confusiones: mezclar las ideas con las personas, en que los conflictos de pensamientos se transforman en conflicto de personas, o estar bien con el diferente, dejar mis ideas o, por peor todavía, dejar pensamientos (míos y de los demás), considerando todo igual. Ese es el famoso relativismo, que intenta superar las diferencias abandonando mano de la verdad. Nada más simplista y engañosa solución.

Es también que las diferencias en los planos de las ideas y opciones pueden tener un significado comunitario/social que alcanza las libertades o imponer modelos que hieren la ley natural. Estas diferencias terminan por configurarse como verdaderas amenazas, generando graves enemistades. En este caso, solo el significado más radical del “amor a los enemigos” es capaz de superar estas disparidades.

Esta tendencia de ver la diferencia como sinónimo de conflicto se intensifica en la cultura marxista en que vivimos. En esta ideología, la diferencia es un mal y tiene siempre un culpado; y de forma sencilla, la culpa es del más dotado, pero fuerte y más rico. El pobre es pobre, porque el rico es rico, y siendo rico, él es el maestro. De este modo se crea, una mentalidad de conflicto entre las diferencias humanas. En esta ideología, las divergencias deben ser superadas por la igualdad que pasa a ser un bien social absoluto. Te olvidas de que entre los seres humanos solo existe igualdad absoluta en la dignidad humana, y fuera de eso, todo siempre va ser diversos. Los pensamientos diferentes siempre existirá (siempre habrá inteligentes y limitados, bonitos y feos, simpáticos y aburrido etc.) Esta situación solo va ser harmonizar en la complementariedad, que surge de la justicia y de la caridad. Existe una confusión fundamental entre igualdad y justicia, que parecen cosas semejantes, pero, en realidad, son casi antagónicas.

El hecho es que tenemos una tendencia maligna de entender el “yo” y “tu” en contraposición natural. Así, todo que esta fuera del “yo” (persona o grupo) se convierte en un enemigo. Tantas veces, no es fácil combatir en nosotros este sentimiento. Es tan difícil, que al defender entre los diferentes, hacemos otros enemigos. Jesús nos enseña a superar esta tendencia entendiendo el otro como una extensión de nosotros mismos, amando como nos amamos (Mt 22, 39-40). Y Él así lo hace, porque se identifica con todos los que sufren (Mt 25,40). Solo cuando, de alguna forma, sentimos regalos en el otro, es que vamos saber respetarlo como queremos ser respetados. Ser hermano es eso, es ver en el otro una parte de nosotros mismos, y así somos capaces de tratarlo con verdadero respeto y dignidad. Es interesante ver como los lazos familiares favorecen el amor. En ellos, la familia, especialmente los padres, hacen la experiencia de comprender que una parte de ellos se encuentra en el otro, y así forman juntos un “nos”. Este, cuando verdadero, no exige igualdades forzadas, acoge las diferencias y nos convierte capaces de dar la vida por el otro.

Es cierto que, tantas veces nosotros, cristianos, no amamos derecho incluso los amigos. Ese contra testimonio tiene favorecido el surgimiento de ideologías que tratan resolver las diferencias y los conflictos entre los hombres, pero con otros métodos. Jesús nos enseña que la armonía entre los hombres nace de la justicia, que tiene como base la verdad y que, si es verdadera, hace surgir aquella que es la soberana entre todas las virtudes: hace surgir aquella que es la soberana entre todas las virtudes: la caridad. Mientras nuestro Cristianismo hacer de nosotros personas buenas, “paganos se comportan así” (Mt 5,47) y ponemos en duda el bien de la fe cristiana para el mundo. Lo que hace del Cristianismo un camino inigualable es esta busca del significado más radical del amor, donde uno da “raza divina” da la vida por los despreciable raza humana mientras estés todavía eran sus enemigos. (Rom 5,6-10).

André Botelho
Comunida Pantokrator
fuente PORTAL CANCIÓN NUEVA

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