«No temáis»
La verdadera razón por la cual no llegas a poder meditar, es ésta
– ¡y no me equivoco! Comienzas la meditación agitado y lleno de ansiedad.
Esto es suficiente para que nunca alcances lo que buscas, porque tu espíritu no está concentrado sobre la verdad que meditas y no hay amor en tu corazón. Esta ansiedad es vana. No sacarás de ella más que un gran cansancio espiritual y una cierta frialdad de alma, sobre todo a nivel afectivo. Contra ello no conozco otro remedio que este: salir de ese estado de ansiedad. Ello es, en efecto, uno de los mayores obstáculos para la práctica religiosa y la vida de oración. Nos pone en apuro para hacernos tropezar.
De ninguna manera quiero dispensarte de la meditación simplemente porque te parece que no sacas ningún provecho de ella. A medida que irás haciendo el vacío en ti mismo, verás como te iras desprendiendo de este apego a la humildad, y el Señor te hará el don de la oración que tiene guardado en su mano derecha.
capuchino
Epistolario 979-980
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