Reza con el Monseñor Jonas Abib y rompe con toda maldición
Haz esta oración de renuncia con las manos apoyadas en la Biblia:
Señor Jesucristo, creo que Tú eres el Hijo de Dios, el único camino para Dios; que moriste en la cruz por mis pecados y por mí resucitaste de entre los muertos. Y así, Señor Jesús, yo me someto a Ti y me comprometo a servirte y a obedecerte. Tomo posición contra cualquier fuerza maligna de las tinieblas que, de alguna forma, haya venido a mi vida. Sea por mis propios actos, sea por actos de mi familia o de mis antepasados.
Dondequiera que haya tinieblas en mi vida, cualquier fuerza maligna, yo renuncio a ellas ahora, Señor. Me rehúso a someterme a ellas por más tiempo.
Y en el Nombre poderoso de Jesús, el Hijo de Dios, tomo la autoridad sobre todas las fuerzas del mal que me atormentan. Me desconecto de ellas y me libero totalmente de su poder.
Invoco al Espíritu Santo de Dios para que invada mi ser y realice mi liberación, mi desligamento del mal, entera y realmente. En Nombre de Jesucristo. Amén.
Ahora proclame:
Gracias, Señor, porque Tú me llamaste. Yo me lanzo en el horno ardiente de tu misericordia, Señor. Yo me lanzo en tu corazón, en tu amor.
“Yo y mi casa serviremos al Señor.” Por eso yo me arrepiento de todos mis pecados. Digo “no” al pecado. Rompo con todo pecado.
Te pido, Señor, corta de mi vida todos los actos de pecado, todos los pensamientos, sentimientos y palabras de pecado. Te pido, Señor, lava mi mente, mis ojos, mis oídos, mi corazón, mis sentidos, de todo pecado, de toda contaminación que entró por ellos.
Lava todo mi cuerpo de todos los pecados que penetraron en mí por mi sensibilidad.
Lava mi corazón de todos los malos sentimientos, falsos, mentirosos, de rabia, rencor, odio, venganza. Lávame, Señor, de mi malicia, de toda la impureza: de la mente, del cuerpo, de los sentimientos.
Lava mis labios de toda palabra falsa, mentirosa, desleal, hipócrita, sucia, maliciosa. De toda palabra que perjudicó, ofendió, agravió, hirió al prójimo.
Haz como hiciste con el profeta Isaías: Trae una brasa ardiente, venida de tu altar, y purifica mis labios y mi corazón.
Así como el Señor asumió sobre Sí los pecados de la humanidad y los llevó a la Cruz, asumo todos los pecados de mi casa, de las personas de mi familia. Pero como no puedo con ellos, yo me acerco a Tu Cruz. Subo a tu Cruz y me hago uno contigo. Yo me dejo clavar en tu Cruz y me hago uno contigo. Yo me dejo clavar en tu Cruz, para que mi pecado y los pecados de mi familia también sean clavados en la cruz, los pecados conscientes e inconscientes.
Ya no hay condena para ninguno de aquellos que están en Cristo Jesús. Yo y mi casa somos del Señor Jesús.
“Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo” (2 Cor 5,17).
Creo en eso, Señor. Yo me hago nuevo ahora, en tu Cruz. Creo que uno por uno de los miembros de mi familia tiene que rendirse, entregarse, convertirse a Ti (aunque tarde un poco). Recibirán tu Espíritu y serán santificados, restaurados, “hechos nuevos”. Impongo tu Cruz, Señor, sobre mí, sobre mi casa y mi familia. Entronizo tu Cruz en mi familia. Amén.
Y en el Nombre poderoso de Jesús, el Hijo de Dios, tomo la autoridad sobre todas las fuerzas del mal que me atormentan. Me desconecto de ellas y me libero totalmente de su poder.
Invoco al Espíritu Santo de Dios para que invada mi ser y realice mi liberación, mi desligamento del mal, entera y realmente. En Nombre de Jesucristo. Amén.
Ahora proclame:
Gracias, Señor, porque Tú me llamaste. Yo me lanzo en el horno ardiente de tu misericordia, Señor. Yo me lanzo en tu corazón, en tu amor.
“Yo y mi casa serviremos al Señor.” Por eso yo me arrepiento de todos mis pecados. Digo “no” al pecado. Rompo con todo pecado.
Te pido, Señor, corta de mi vida todos los actos de pecado, todos los pensamientos, sentimientos y palabras de pecado. Te pido, Señor, lava mi mente, mis ojos, mis oídos, mi corazón, mis sentidos, de todo pecado, de toda contaminación que entró por ellos.
Lava todo mi cuerpo de todos los pecados que penetraron en mí por mi sensibilidad.
Lava mi corazón de todos los malos sentimientos, falsos, mentirosos, de rabia, rencor, odio, venganza. Lávame, Señor, de mi malicia, de toda la impureza: de la mente, del cuerpo, de los sentimientos.
Lava mis labios de toda palabra falsa, mentirosa, desleal, hipócrita, sucia, maliciosa. De toda palabra que perjudicó, ofendió, agravió, hirió al prójimo.
Haz como hiciste con el profeta Isaías: Trae una brasa ardiente, venida de tu altar, y purifica mis labios y mi corazón.
Así como el Señor asumió sobre Sí los pecados de la humanidad y los llevó a la Cruz, asumo todos los pecados de mi casa, de las personas de mi familia. Pero como no puedo con ellos, yo me acerco a Tu Cruz. Subo a tu Cruz y me hago uno contigo. Yo me dejo clavar en tu Cruz y me hago uno contigo. Yo me dejo clavar en tu Cruz, para que mi pecado y los pecados de mi familia también sean clavados en la cruz, los pecados conscientes e inconscientes.
Ya no hay condena para ninguno de aquellos que están en Cristo Jesús. Yo y mi casa somos del Señor Jesús.
“Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo” (2 Cor 5,17).
Creo en eso, Señor. Yo me hago nuevo ahora, en tu Cruz. Creo que uno por uno de los miembros de mi familia tiene que rendirse, entregarse, convertirse a Ti (aunque tarde un poco). Recibirán tu Espíritu y serán santificados, restaurados, “hechos nuevos”. Impongo tu Cruz, Señor, sobre mí, sobre mi casa y mi familia. Entronizo tu Cruz en mi familia. Amén.
Monseñor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
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