En el Evangelio de hoy, el Señor deja en claro que estas prácticas no le impresionan. El Señor quiere tener una relación personal y verdadera con cada uno de sus fieles; quiere que lo conozcamos directamente, como él nos conoce a nosotros. Incluso si estamos muy ocupados trabajando para él —ya sea en el hogar, la parroquia o un apostolado laico— el Señor quiere que nos acerquemos cada vez más a él de corazón. Jesucristo no quiere que seamos sólo servidores suyos, sino amigos.
Entonces, ¿qué significa conocer a Cristo? ¿Cómo se logra una relación personal con el eterno Hijo de Dios? En realidad no es tan complicado ni misterioso como parece. Es similar a la manera como uno forja una amistad con otra persona: dedicándole tiempo, conversando, escuchándole y aprendiendo a confiar en él. Le cuentas tus secretos y dejas que él vea lo mejor y lo peor que hay en ti.
No te dejes atemorizar por las palabras del Evangelio de hoy. El Señor quiere que lo conozcamos personalmente, pero no nos va a abandonar si nuestra relación con él no es tan profunda ni tan perfecta como la de los grandes santos. En lugar de preocuparte de que Jesús te vaya a decir “jamás te conocí”, hazte el propósito de conocerlo mejor tú a él.
Así pues, sea como sea tu vida con Jesús ahora, trata de profundizarla un poquito más. Lee la Palabra de Dios en la Biblia diariamente y trata de escuchar la voz suave y susurrante del Señor. Escribe lo que te parezca que él te dice y dedica tiempo a conversar con él. Cuéntale cómo ha sido tu día y cuáles son tus esperanzas y tus inseguridades y pon atención para ver si percibes la guía o la consolación que él quiera darte. De este modo, invirtiendo tiempo y esfuerzo en la relación con el Señor, estarás edificando tu casa sobre una base sólida que será capaz de resistir cualquier tormenta, por violenta que sea.
“Amado Señor; quiero conocerte personalmente cada vez más y que tú me conozcas a mí. Ayúdame, Señor, a acercarme a ti y confiar cada vez más en tu amor.”
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