Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron.
De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía.
Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: "¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!".
El les respondió: "¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?". Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.
Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".
COMENTARIO
Fernando Torres Pérez, cmf
Las dos lecturas de hoy tienen un movimiento de salida, de dejar el lugar donde se está para buscar otro mejor, para superar una dificultad o una amenaza, como en la primera lectura o para seguir a Jesús, como en el Evangelio. En los dos casos se emprende un camino que, como todos los caminos, es siempre incierto. Conocemos el presente, el lugar donde tenemos ahora los pies. Pero el futuro, allá donde apoyaremos mañana los pies, es desconocido. Por eso mismo también es amenazante. En el camino te puedes encontrar con tormentas que ponen en peligro tu vida.
La tentación es pensar que como en casa no se está en ningún sitio. Hay problemas y amenazas. Hay incomodidades. Hay cosas que no nos gustan. Pero es nuestra casa. En ella está el lugar donde nos sentimos cómodos. Es nuestra peculiar zona de confort. No porque todo sea bueno. Sino porque todo es conocido. Y sabemos a qué atenernos. Lo que nos asusta es precisamente lo desconocido. Lo que nos hace sentirnos incómodos es la incertidumbre ante lo que se nos puede venir encima.
Lot en la primera lectura y los discípulos en el Evangelio no tienen más alternativa que confiar. Lot se ve obligado a dejar atrás todo lo que tenía. Y debía tener mucho porque unos cuantos capítulos antes Abraham y él se tuvieron que separar porque sus innumerables rebaños no podían estar juntos. Se quitaban el pasto unos a otros. Pero en la prisa de salir de Sodoma no debieron tener más que el tiempo justo para coger lo mínimo. El futuro se presentaba incierto y lleno de pobreza. Iba a tener que comenzar de nuevo desde cero. Sólo desde la lejanía comprendió que quedarse habría significado la muerte. Al salir retuvo lo mejor que tenía: la vida.
Los discípulos están en las mismas. Seguir a Jesús les ponía en peligro. Había tormentas en el lago. Y también se levantaban tormentas en la sociedad que iban a terminar con Jesús. Ellos mismos estaban en peligro. Sólo mucho tiempo después (pasada la pascua de Jesús y el pentecostés del Espíritu) entenderían que el viaje había valido la pena y que no seguir a Jesús habría sido como elegir la muerte.
Toda una invitación a cada uno de nosotros para tomar las riendas de nuestra vida, dejar nuestra zona de confort y lanzarnos a la aventura de seguir a Jesús con nuestra confianza puesta en él.
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