El agua subía dentro de la barca y los discípulos fueron presa del pánico. Cuando se levanta una tempestad, aunque falte poco para llegar a tierra firme, el temor hace ver la distancia como si fueran millas. En toda la Escritura, el mar representa las fuerzas del caos y la oscuridad del mundo.
Sin embargo, pese a la violencia de la tormenta, Jesús dormía plácidamente en la popa. Cuando los discípulos lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos ahoguemos?”, parecía que ellos sabían que él podía hacer algo, pero se extrañaban de que no se preocupara de la situación. Las muchas ocasiones que tuvieron los discípulos para aprender a confiar en Jesús son motivos de gran esperanza para todos nosotros. Ya habían visto al Señor liberar a los endemoniados y sanar a los enfermos y paralíticos, pero dudaban de que los salvara en el trance en el que ahora se encontraban. Por eso, Jesús les preguntó: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”
Este milagro era una señal más de que Jesús está siempre interesado y preocupado de sus fieles, por difíciles que parezcan las circunstancias. Ante las palabras de reprensión de Jesús, las fuerzas de la naturaleza respondieron inmediatamente, dando muestra de que el poder soberano de Cristo es absoluto, ¡incluso sobre la violencia del mar! La tormenta no sólo disminuyó, sino que de inmediato “sobrevino una gran calma.”
Jesús está siempre con nosotros, incluso durante las tempestades de la vida. En su cruz y su resurrección, no sólo triunfó sobre los poderes de la oscuridad, sino que derrotó a la muerte misma, nuestro peor enemigo. Ahora, resucitado en gloria, Cristo nos ofrece incontables oportunidades para entregarle nuestras preocupaciones y confiar en su auxilio. En efecto, cuando tenemos pruebas y dificultades, el Señor siempre trata de enseñarnos a confiar más en su amor y su protección. Por eso, con toda confianza, depositemos nuestra vida en sus santas y venerables manos.
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros.
Sin embargo, pese a la violencia de la tormenta, Jesús dormía plácidamente en la popa. Cuando los discípulos lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos ahoguemos?”, parecía que ellos sabían que él podía hacer algo, pero se extrañaban de que no se preocupara de la situación. Las muchas ocasiones que tuvieron los discípulos para aprender a confiar en Jesús son motivos de gran esperanza para todos nosotros. Ya habían visto al Señor liberar a los endemoniados y sanar a los enfermos y paralíticos, pero dudaban de que los salvara en el trance en el que ahora se encontraban. Por eso, Jesús les preguntó: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”
Este milagro era una señal más de que Jesús está siempre interesado y preocupado de sus fieles, por difíciles que parezcan las circunstancias. Ante las palabras de reprensión de Jesús, las fuerzas de la naturaleza respondieron inmediatamente, dando muestra de que el poder soberano de Cristo es absoluto, ¡incluso sobre la violencia del mar! La tormenta no sólo disminuyó, sino que de inmediato “sobrevino una gran calma.”
Jesús está siempre con nosotros, incluso durante las tempestades de la vida. En su cruz y su resurrección, no sólo triunfó sobre los poderes de la oscuridad, sino que derrotó a la muerte misma, nuestro peor enemigo. Ahora, resucitado en gloria, Cristo nos ofrece incontables oportunidades para entregarle nuestras preocupaciones y confiar en su auxilio. En efecto, cuando tenemos pruebas y dificultades, el Señor siempre trata de enseñarnos a confiar más en su amor y su protección. Por eso, con toda confianza, depositemos nuestra vida en sus santas y venerables manos.
“Señor Jesús, creemos que siempre nos cuidas, incluso en medio del caos y la confusión. Ayúdanos a entregarnos a ti y confiar en que tú nos llevarás a tu Reino sanos y salvos.”
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros.
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