Mateo 7, 1
¡Esta es probablemente una de las promesas más asombrosas del Nuevo Testamento! Parte del problema es que muchas veces no nos damos cuenta de que juzgamos a otras personas. ¿No es cierto que por lo general no vemos el “tronco” que tenemos en el ojo y siempre tratamos de quitar la “paja” en el ojo del otro? Los pensamientos negativos o la crítica destructiva se hacen a veces tan habituales que no llegamos a percatarnos de que los practicamos a menudo.
Muy interesante es lo que dice San Agustín: “El Señor nos previene de juzgar rápida e injustamente (…). Pensemos, primero, si nosotros no hemos tenido algún pecado semejante; pensemos que somos hombres frágiles, y [juzguemos] siempre con la intención de servir a Dios y no a nosotros mismos.” Si cuando vemos los pecados de los hermanos pensamos en los nuestros, no nos pasará, como dice el Evangelio, que con una viga en el ojo queramos sacar la paja en el ojo ajeno.”
Jesús quiere transformar la antigua naturaleza que todos tenemos; quiere que aceptemos el hecho de que no podemos controlar nuestra propia tendencia natural a juzgar y condenar a los demás. Solamente dejando que la Palabra de Dios encuentre acogida en nosotros y escuchando la voz del Espíritu Santo recibiremos la capacidad de bregar con todas aquellas cosas que nos mantienen en la oscuridad.
La buena noticia es que Jesús es el cirujano más cuidadoso y delicado de todos que uno pueda encontrar. Así como te pide no juzgar, para no tener que juzgarte él, también puede hacerte ver en qué has fallado e incluso estimular tu conciencia y comunicarte un saludable sentido de pesar y arrepentimiento por tus culpas y debilidades. Sin duda que le llama pecado al pecado, pero jamás te rechazará, porque él vino a librarnos, no a condenarnos; vino a unirnos a su Cuerpo, libres ya de todo juicio y crítica. Pongamos, pues, el corazón en manos del Señor y pidámosle que destruya el pecado que aún llevamos en el interior, porque sus juicios son los únicos que pueden llevarnos a la verdadera libertad.
“Amado Jesús, ayúdame a renunciar a todos los pensamientos negativos y de crítica destructiva en los que caigo a menudo, para no juzgar a nadie. Por tu gracia misericordiosa, creo que puedo recibir la libertad que tú me has prometido.”
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