Jesús y María esperan tu “sí”
San Francisco decía: “Es dando que se recibe”. Siempre que nos disponemos a servir a Dios somos los primeros en ser beneficiados por El.
Juntos vamos a meditar la Palabra de Dios en el libro del Apocalipsis 12,1ss. Es un poco extenso pero muy rico para nosotros.
El libro del Apocalipsis está repleto de profecías. Todo él narra el gran combate que acompaña la vida de la Iglesia y para la cual no falta la ayuda ni la gracia del cielo.
Estamos habituados a pensar que las profecías que Jesús hizo se hicieron realidad solo en un momento de la historia. Lo que no sabemos y que nos ayuda a entender toda la Escritura es que una profecía ocurre varias veces.
Un ejemplo es la profecía descrita en el libro de Isaías 7,14:
“El Señor, pues, les dará esta señal: La joven está embarazada y dará a luz un varón a quien le pondrá el nombre de Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros”.
Este ejemplo nos muestra que la profecía de Isaías no terminó en sí misma, porque a principios del Evangelio de San Mateo, el apóstol narra la concepción virginal de María y dice explícitamente: “Y así se cumplió la profecía”. Una misma palabra se realiza dos veces en la historia de la salvación.
Cuando el ángel Gabriel apareció a María, él recita la oración del Ave María. “Tú has sido elegida, porque serás la Madre del Mesías, del Prometido. Toda la humanidad esperaba por este día”.
El Apocalipsis es una larga profecía que narra el tiempo de la Iglesia desde la ascensión de Jesús a los cielos hasta su segunda venida. Es un tiempo de combate y de anuncio del Evangelio y de lucha para que todos experimenten y conozcan a Jesús y Su amor. Estas palabras se realizan varias veces a lo largo de la salvación.
La Iglesia nació en el contexto del Imperio Romano, y, durante tres siglos ser cristiano fue ilegal. Fueron 300 años de persecución. San Juan nos cuenta que la historia de la Iglesia es un combate espiritual y que, detrás de estos combates, están el demonio y sus ángeles. Pero él también nos deja claro que la victoria es de Jesús.
Si vemos hoy, la historia de la humanidad como una película, vemos una sociedad desviándose de Dios. Y hoy tenemos muchas niños que nacen y crecen sin nunca haber escuchado hablar de Jesús.
La Virgen María viene para rescatarnos de entre tantas almas que están alejándose de Dios. Las personas necesitan rezar la oración del Santo Rosario. Nuestra Señora de Fátima, cuando apareció en la ciudad de Fátima, en Portugal, pidió a los niños que rezan el Rosario para que la guerra terminase.
La hermana Lucía dijo que los pedidos hechos, durante la oración del santo Rosario, son atendidos. Quien ama insiste, se preocupa y quiere el bien; así como hace nuestra Madre del cielo. María nos pide que recemos el Rosario todos los días, porque esta es nuestra gran arma contra el mal.
¡Yo rezo todos los días el Santo Rosario! Pero no es cuestión de rezarlo, es necesario que la oración sea bien hecha, porque el Rosario es el camino para el encuentro con Jesús y María. Cuando hacemos esta oración, es como si fuera una Ave María una rosa que ofrecemos a Nuestra Señora. Pero si oramos con prisa, no vamos a conseguir ofrecer la rosa entera, porque las pétalos comenzarán a caer.
En una de sus apariciones, la Virgen María hablo sobre los cincos sábados: debemos rezar el rosario y confesarnos en estos días, cuando María intercede por nosotros.
El rosario es el nuestro oxígeno. Por eso, mi hermano, me gustaría hacer un llamado: No pierda más tiempo, no dejes de rezar el rosario; no dejes de meditar la Palabra de Dios; va a la Santa Misa y adora Jesús en la Eucaristía.
No hay gracia mayor de participar de la Eucaristía en la Santa Misa. Todos tenemos 24 horas, por lo tanto, tenemos tiempo para dedicarnos un poco a Dios. Vamos, juntos, hacer esta oración:
“Querido Jesús y María, yo te suplico la gracia de comenzar, hoy una vida en serio de oración. Quiero rezar el rosario todos los días, quiero ir a la Santa Misa siempre que posible y hacer el mayor esfuerzo para recibir Jesús vivo en la Eucaristía. Quiero ser lavado por Vuestro Sangre en el Sacramento de la confesión por lo menos una vez por mes. Quiero meditar Su Palabra, porque es la verdad que ilumina mi vida y guía mis pasos todos los días. No puedo vivir, Señor, sin la luz de Vuestra Palabra. Quiero adorar a mi Jesús en la Eucaristía. Cuando pasa delante de la Iglesia, dame fuerza para entrar, arrodillarse, aún que sea por cinco minutos. Quiero vivir siempre en Vuestra presencia. Estas son las gracias que, hoy, yo te pido por intercesión del corazón Inmaculado de María, nuestra querida Madre”.
Traducción y Adaptación: Thaís Rufino de Azevedo
Padre Duarte Lara
Sacerdote de la Diócesis de Lamego, Lisboa, Portugal
Sacerdote de la Diócesis de Lamego, Lisboa, Portugal
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