No te alejes de Jesús hasta que El escuche tu oración
Vamos a meditar la Palabra de Dios que está en el Evangelio de San Marcos 5,21-43. Este pasaje nos muestra dos tipos de oración. La primera es la de un padre que reza por su hija enferma, la segunda es la de una mujer que reza por ella misma. La oración del padre es de intercesión, y la de la mujer es de quien pide a Dios por si misma. En nuestra vida es así, por momentos somos “Jairo” pidiendo por alguien que amamos, y en otros somos la “hemorroísa” que va al encuentro de Dios a pedir por si mismo.
El padre de la niña tenía nombre, aquella mujer no tenía nombre, ya había sufrido tanto en la vida que había perdido su identidad.
El Evangelio de Marcos dice que Jesús salió de una orilla y fue para otra y toda la multitud lo seguía, cuando llegó, uno de los jefes de la sinagoga cayó delante de Jesús pidiéndole que sanara su hija: “Al regresar Jesús a la otra orilla, se le aglomeró mucha gente mientras él permanecía junto al lago. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia, diciendo: Mi niña está agonizando, ven a poner las manos sobre ella para que sane y viva” (Mc 5,21-23).
Caer a los pies de Jesús es reconocerlo como Señor, es reconocer nuestra pequeñez y la grandeza de Jesús. Dice el Evangelio que Jairo pidió insistentemente por su única hija, que tanto amaba y estaba muriendo. Jairo no salió delante de Jesús hasta que no fue atendido. ¿Quién nunca rezó así ante Jesús en una situación difícil?. Jairo nos enseña a no dejar a Jesús hasta que escuche nuestra oración. No te apartes de Jesús hasta que escuche tu oración, reza insistentemente.
Jesús va al encuentro de la hija de Jairo. Comienza a caminar junto a Jairo y mientras andaba, en medio de la multitud, apareció una mujer que estaba enferma hacía 12 años, ya había gastado todo lo que poseía en médicos y solo empeoraba. Y la mujer dijo en su interior: “Si logro tocar aunque sólo sea su manto, quedaré sana” (Mc 5,28). La mujer lo tocó a Jesús y sintió una fuerza y sintió que su hemorragia había cesado.
¿Quién tuvo más fe? ¿Jairo que le pidió a Jesús que vaya hasta su casa? ¿O la mujer que creyó que solo con tocar a Jesús sería sanada? ¿O los dos? Quien tuvo más fe fue la mujer porque ella ni rezó, solo pensó: “Si logro tocar su manto quedaré sana”. Ella no necesitó hacer una oración, no necesitó gritar, sino que fue sanada por causa de su fe.
Dice el Evangelio en el versículo 27: “oyó hablar de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto”. No lo conocía a Jesús, solo escuchó hablar de Él. Me imagino el entusiasmo de esas personas que hablaron a esta mujer de Jesús. Le hablaron con tanta garra, con tanto amor que ella creyó y fue al encuentro de Jesús. ¿Cómo les hablas a las personas de Jesús? A veces al hablar de Dios no lo hacemos con entusiasmo, pero cuando vamos a hablar de lugar que visitamos, de las comidas que probamos hablamos con tanto ahínco, pasión, que hasta convencemos a las personas de comer determinadas comidas. ¿Qué lugar está ocupando Jesús en tu vida? ¿Cómo hablas de Dios a tu familia? ¿Será que colocas fuerza, vida y entusiasmo para hablar de Dios?
Aquella mujer que era considera impura luchó por su sanación. ¿Con cuánta valentía estás luchando por tu familia, tus hijos, tu matrimonio? Cuando Jesús le preguntó a sus discípulos quien lo había tocado, los discípulos comenzaron a protestar “Ves que la gente te está apretujando ¿y preguntas quien te ha tocado?” Imagina aquel pueblo apretujando a Jesús, pero Él sintió que alguien lo había tocado de manera diferente. Jesús percibió que alguien lo tocó con fe.
Aquella mujer tenía fe. Y fue su fe la que le hizo romper todo e ir al encuentro de Jesús. Jesús le dijo: “hija, tu fe te ha salvado” (Mc 5,34). Es la primera vez que esta mujer es llamada hija en el Evangelio, hasta entonces era llamada mujer, sin dignidad, ahora es llamado hija de Dios.
Parece que Jairo sale de escena mientras esta mujer toca a Jesús. Mientras Jesús estaba allí con Jairo, llegaron para decir a Jairo que su hija había muerto y que ya no necesitaba molestar a Jesús. Imagínate la cabeza de Jairo en aquel momento: “Fui a llamarlo a Jesús y esta mujer viene en el medio del camino y le impide al Maestro llegar más rápido a mi casa”. Jairo no hizo nada. La mujer, temblando, viendo lo que había pasado, fue hasta Jesús y le contó todo lo que había sucedido y cayó a sus pies. El testimonio de la mujer tocó a Jairo, y él pesó: si Jesús hizo esto por esta mujer, Él también lo hará por mi hija. A veces reclamamos tanto y no agradecemos a Dios por las pequeñas cosas que nos da. Ten un corazón agradecido y se un testimonio para los demás.
Jesús le dijo a Jairo: “No temas, basta que sigas creyendo” (Mc 5,36). Jesús va con Jairo hasta su casa donde está aconteciendo el velatorio de su hija, y Jesús dijo: “La niña no ha muerto, está dormida” (Mc 5,39). Y Jesús la resucitó.
Mi hermano, mi hermana, no puedes salir de aquí de la misma forma en la que entraste. La hija de Jairo fue resucitada y la mujer sanada. Vamos a rezar juntos la oración de Jairo, oración de intercesión. Piensa en alguien a quien amas mucho y está sufriendo, reza por ella. Reza también como la hemorroísa, que no dijo nada, pero que fue al encuentro de Jesús con mucha fe, reza también así.
Padre Arlon Cristian
Comunidad Canción Nueva
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