“Ni un solo cabello de vuestra cabeza se perderá”
Si somos llamados al martirio, hemos de confesar con constancia el Nombre precioso, y si somos castigados por ello, alegrémonos porque corremos hacia la inmortalidad. Si somos perseguidos, no nos entristezcamos, “no nos enamoremos del mundo presente”, ni de “las alabanzas de los hombres” (2Tm 4,10; Rm 2,29), ni de la gloria y el honor de los príncipes, como lo hacen algunos. Estos admiran las acciones del Señor, pero no creen en él por temor a los grandes sacerdotes y a otros dirigentes, porque antes “prefieren la gloria de los hombres que la de Dios” (Jn 12,42). “Combatiendo el buen combate de la fe” (1Tm 6,12), no tan sólo aseguramos nuestra salvación, sino que damos firmeza a los nuevos bautizados y consolidamos la fe de los catecúmenos…
El que sea juzgado digno del martirio que se goce en imitar a su maestro, puesto que está prescrito: “Un discípulo no es más que su maestro” (Lc 6,40). Ahora bien, nuestro maestro, Jesús, el Señor, fue maltratado por causa nuestra, soportó pacientemente calumnias y ultrajes, lo cubrieron de salivazos, lo abofetearon, lo molieron a golpes; después de haber sido flagelado, fue clavado en la cruz, le dieron a beber vinagre y hiel, y después de haberse cumplido las Escrituras, dijo a Dios Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). Así pues, el que pide ser discípulo suyo, que se prepare a luchar como él, que imite su paciencia, sabiendo que…, sea lo que fuere lo que tenga que soportar, será recompensado por Dios si cree en el único y solo verdadero Dios…
Porque el Dios todopoderoso nos resucitará por medio de nuestro Señor Jesucristo, según su infalible promesa, juntamente con todos los que han muerto desde el principio… Aunque muramos en el mar, aunque seamos dispersados por tierra, aunque seamos destrozados por las bestias feroces o rapaces, con su poder él nos resucitará, porque todo el universo es sostenido por la mano de Dios: “Ni un solo cabello de vuestra cabeza, dice, se perderá.” Por eso no exhorta con estas palabras: “Con vuestra perseverancia alcanzaréis la vida”.
compilación canónica y litúrgica.
Sacada de la Didascalia de los apóstoles, texto de principios del siglo III
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