No sólo el hambre, la violencia o la marginación producen dolor. También la indiferencia.
Nuestros ambientes están enfermos de indiferencia “naturalizada”, esa que produce acostumbramiento. Valoramos poco la presencia del otro, sonreímos poco en los encuentros con los que amamos, no nos damos cuenta lo que al hermano le pasa.
La vorágine cotidiana nos absorbe y vamos dejando de lado el cuidado de nuestros vínculos. Cuidar con amor cotidiano a las personas es signo de compasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario