Apocalipsis 15, 3
En esta lectura del Libro del Apocalipsis, se aprecia que San Juan tuvo una visión celestial de los que habían vencido al monstruo, de pie junto a la orilla de un mar de cristal y con arpas que Dios les había dado. Al leer este pasaje pensamos que se refiere a los cristianos santos que murieron y resucitaron a una nueva vida; pero el autor también se refiere a los cristianos victoriosos que aún viven ahora en este mundo. Por la fe en Jesucristo y el Bautismo, ellos han vencido el pecado y son llevados al cielo en espíritu, mientras esperan en esta tierra la llamada final.
Hermano, ¿te consideras tú parte de este inmenso grupo de fieles? ¿Crees que por la vida de fe y el Bautismo puedes llegar a presentarte ante el Altísimo? Este fue el plan de Dios desde el comienzo, que se cumplió con la muerte y la resurrección de Jesús. El Señor nos resucita para que estemos con él delante de Dios y lleguemos a habitar en el cielo por el Espíritu, aunque todavía vivamos físicamente en la tierra. Así como el cántico de Moisés proclamaba que Dios liberó a su pueblo haciéndolo pasar por el Mar Rojo, nosotros también somos liberados gracias a la obra de la redención que Dios cumplió en Cristo Jesús.
Jesús está en el cielo, a la diestra del Padre. Como hermanos y hermanas suyos, nosotros heredamos la misma posición, porque somos hijos de Dios y herederos de su Reino (Romanos 8, 16-17). La fe y el Bautismo en la muerte y la resurrección de Cristo nos hacen partícipes de esta gloriosa herencia. Pero, ¿es esto algo que realmente creemos? ¿Nos parece que esta verdad es un auténtico tesoro en nuestra vida? ¿Reafirmamos constantemente esta realidad para que refuerce nuestra esperanza en todo momento, incluso en las circunstancias más difíciles?
No hay duda de que debemos afianzar en nuestra mente la verdad de que somos más que vencedores y que nadie podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús (Romanos 8, 37-39), para que también cantemos el cántico de alegría del Apocalipsis, porque habremos experimentado la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte, aquí mismo, en esta vida.
“Grande y maravilloso es todo lo que tú has hecho, Señor, Dios todopoderoso. Pues solamente tú eres santo; todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios han sido manifestados.”
Salmo 98(97), 1-3. 7-9
Lucas 21, 12-19
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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