Es maravilloso ser transformados en Jesús cuando Su Santidad también nos hace santos
Podemos pensar: “¡Yo no tengo esa pureza!” pero Jesús es quien nos purifica y hace que nuestros ojos, oidos y sentimientos queden libres de las malicias del mundo.
La naturaleza humana se revela orgullosa, vanidosa, prepotente y soberbia, es así que muchas veces somos malos con los otros. Pero Jesús es la propia humildad, pobreza y simplicidad, y nos hace también así.
Por la comunión diaria, Jesús nos impregna de Su santidad concreta. Si por ejemplo, tu punto débil es la irritabilidad excesiva y la falta de paciencia, si te molestas fácilmente y vives así debido a tu temperamento, el Señor actúa exactamente en este punto débil, porque El es la paciencia y lo opuesto a la irritación. Él nos va impregnando de Su Santidad por la comunión diaria, como una ‘dosis continua’ y necesaria para transformar todas nuestras dificultades.
La Misa, por la Palabra de Cristo, transforma el pan y el vino, haciendo que el mismo Jesús se haga presente y renueve Su Sacrificio. El sacrificio del Calvario es renovado en cada Eucaristía, y nosotros participamos de El. Es ahí que todos somos salvados del pecado de ahora, de la impureza de este mundo. La resurrección se realiza ahí.
La Eucaristía es la fuente de santidad para este momento presente. Pero necesitamos comulgar bien, a ejemplo de San Luis Gonzaga que al mitad del día se la pasaba en acción de gracias por la comunión recibida y en la otra mitad, por ser el inicio de la noche, ya se preparaba para la comunión que iba a recibir el día siguiente.
No podemos comulgar como si nada pasase y encarar aquel momento como si estuviésemos ingiriendo un “pancito” cualquiera, como un niño que no sabe de lo que se trata pues Jesús nos da la gracia de que comulguemos bien. Especialmente en el momento en que lo recibimos, tenemos que tener la seguridad de que El está ahí resucitado.
En este momento podemos conversar con Él al respecto de lo que es necesario para nuestra santificación. Es necesario que seamos claros y francos sobre nuestras dificultades, reconociendo nuestras debilidades, las áreas donde nuestra voluntad es mala, donde nos falta perseverancia, en las ocasiones de pecado.
Jesús nos irá mostrando cómo superar y vencer esas dificultades para que seamos santos en todas las áreas de nuestras vidas. La transformación acontecerá, percibiéndolo o no, pues ahí Jesús no es solo un símbolo. De esta forma, El nos va formando día a día y acabando con el pecado en nuestra vida.
Monsenhor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
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