“El Angel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra”
Sal 34,8
El Catecismo de la Iglesia dice que “la existencia de los seres espirituales, no corporales, los ángeles, es una verdad de fe,”. El testimonio de la Escritura al respeto es tan claro como la unanimidad de la Tradición (n. 328). Ningún católico puede, entonces negar la existencia de los ángeles. Ellos son criaturas personales e inmortales, puramente espirituales, dotados de inteligencia y de voluntad y superan en perfección a todas las criaturas visibles (Cat 330). San Gregorio Magno dice que casi todas las paginas de la Revelación escrita hablan de ángeles.
La Iglesia enseña que, desde el inicio hasta la muerte, la vida humana es rodeada por la protección (Sl 90,10-13) y por la intercesión de los ángeles.“El Angel del Señor acampa alrededor de sus fieles, y los libra” (Sl 34,8).
San Basilio Magno (†369), doctor de la Iglesia, dijo: “Cada fiel es flanqueado por un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (Ad. Eunomium 3,1). Eso es, tenemos un Ángel de Guarda personal. Jesús dijo: “Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial” (Mt 19,10).
La liturgia del 2 de octubre celebra los Ángeles de la Guarda desde el siglo XVI, fiesta universalizada por Pablo V. Si la Iglesia celebra la fiesta de los Ángeles de la Guarda es porque de hecho, ellos existen y cuidan de nosotros, nos protegen, iluminan y gobiernan nuestra vida, nos ayudan como ayudaron a Tobias.
Pero para eso es necesario creer en ellos, respetarlos, no ahuyentarlos por nuestros pecados. Un día, un joven, me dijo: “¡yo no veo pornografía en internet porque tengo vergüenza de mi Ángel de la Guarda!”. El mejor homenaje a nuestro ángel es vivir una vida sin pecados, buscando, con su ayuda, hacer la voluntad de Dios.
La Tradición de la Iglesia cree que nuestro Ángel de la Guarda tiene la tarea de ofrecer al Señor nuestras oraciones, apoyarnos y protegernos de los ataques del diablo, que trata de hacernos pecar y perder la vida eterna. Entonces es muy importante mantener la vida de intimidad con nuestro ángel, invocándolo constantemente y poniéndonos debajo de su protección. Desde niño, aprendí con mi madre esta oración: “Santo Ángel del Señor, mi celoso guardador, pues que a ti me confío la Piedad divina, hoy y siempre me ilumine, custodie, rija y gobierne ¡Amén!”. Nunca he dejado de rezar esta oración.
Entonces, lo mejor que se puede hacer es no hacer nada sin pedir la luz, la protección y el gobierno del buen ángel que el Señor puso como guardián y custodio de nuestra vida, del bautismo hasta la muerte. Es por eso que muchos Papas, como Juan XXIII, revelaron su profunda devoción por el Ángel de la Guarda, sugiriendo, como también dijo Benedicto XVI, que expresamos nuestra gratitud por el servicio que él ofrece a cada uno de nosotros y lo invocamos todos los días con el Angelus Dei.
El Santo Padre Pio tuvo una relación profunda con el Ángel de la Guarda. Son innumerables las pasajes de vida de este santo con su ángel y con el ángel de otros. Una vez, le dijo a una persona: “Nosotros rezaremos por su madre, para que su ángel de la guarda que le haga compañía”. Invoca a tu Ángel de la Guarda, porque él te ilumina y te guía en el camino de Dios.
Algunos preguntan si es posible saber el nombre de nuestro Ángel de la Guarda. La Iglesia no habla sobre eso, ella solo conoce el nombre de los tres grandes Arcángeles: Miguel, Rafael y Gabriel. Por lo tanto, si alguien sabe el nombre de su ángel es una revelación particular que no tiene la confirmación de la Iglesia.
Lo más importante es tener una relación viva y fervorosa con nuestro buen ángel protector durante toda la vida.
Profesor Felipe Aquino
Recibió el título de Caballero de la Orden de San Gregorio Magno por el Papa Benedicto XVI, es autor de varios libros y presentador de programas de televisión y radio de la comunidad Canción Nueva.
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