Lo más fascinante en el cristianismo es que Cristo no solamente nos salvó, sino también nos enseñó a amar. Nos enseñó a ser personas. Amar es la gran misión que tenemos que cumplir, en eso está el proceso que nos torna personas, ser humano, persona de verdad. ¡Nos salvó amándonos! ¡Y amando hasta el fin!
Creados en el amor y para el amor, esta es nuestra esencia. ¡Sí! Aquello que tenemos en lo más profundo, que nos diferencia de todos los otros seres creados. Y nos da que seamos caricaturas, tenemos que ser de verdad.
Por mucho tiempo, me detenía en el segundo mandamiento y pensaba: “Claro, el segundo mandamiento dice: Amar al prójimo como a uno mismo”, pero hay tanta gente que se “ama” de forma tan negativa que si amase a los otros de esa forma haría un desastre y crearía una película de terror con derecho a mucha sangre dentro y fuera de la pantalla”.
Mi pensamiento parece muy extraño, pero sin dudas hay mucha gente que no tiene amor propio. Al mencionar esto, mi intención no es hacer apología del narcisismo, sino llamar la atención para cuidarnos, poseernos más y asumir que somos un obsequio, un don. Cuando nos olvidamos de eso, nos lastimamos mucho y hasta mutilamos lo bello en nosotros, lo lindo que Dios hizo.
Hace cuanto tiempo no te miras al espejo y decís: “Yo te alabo Señor porque me hiciste maravilloso, son admirables tus obras; tu me conoces por entero” (Salmo 139,14). Sí, este salmo es para ti. Amigo, Dios te hizo. Él te creo. Eres un obsequio, un don. ¡Eres maravilloso!
No se trata de una filosofía barata de autoayuda que dice: “Piensa positivamente y sucederá”, cuyo objetivo es masajear tu ego y obtener tu aplauso. No, absolutamente no. Es nuestra más pura verdad. Si no nos amamos, nos volvemos victimas de cualquiera que entre a nuestra vida y haga lo que quiera. No soy una PLAZA PUBLICA. No eres una plaza pública.
Por lo tanto, si no nos amamos, será imposible amar al otro y transitaremos un camino de completa frustración. Jesús eso lo sabía muy bien, por eso creó el mandamiento: “Amar al otro como uno a mismo”. En otras palabras, es necesario amarse para entonces ir en dirección del otro y amarlo. Caso contrario nos lastimaremos; el vacío será el resultado y la infelicidad nuestra compañera del camino.
Fragmento del libro “Quero um Amor Maior” de Adriano Gonçalves
www.blog.cancaonova.com/revolucaojesus
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