Como vencer la “falsa vergüenza” de la Confesión
Existe una vergüenza que conduce al pecado, y una vergüenza que atrar la gloria y la gracia.
Muchas personas dice no tener coraje para aproximarse al sacramento de la Reconciliación porque sienten vergüenza.
Es necesario reconocerlo: no es fácil acusar los propios pecados a los sacerdotes. Es necesario vencer lo que San Alfonso de Ligorio llama "falsa vergüenza", al final no hay otro modelo por el cual sea posible reconciliarse con Dios sino por la confesión de los pecados. Jesús, al instituir el sacramento, podría muy bien haber dicho: Cuando tengas pecados, entra en tu propio cuarto, y póstrate delante de Mi, crucificado, y obtendréis perdón. Sería mucho más cómodo. Pero Él no dijo eso. Antes, dio a los Apóstoles la llave de la reconciliación: "Aquellos a quienes perdoneis los pecados, le serán perdonados; aquellos a quienes se los retengais, le serán retenidos".
Para vencer esa "vergüenza" que todos sentimos de contar nuestras propias miserias vale meditar un poco sobre las verdades eternas. Cuando perdemos la gracia, por el pecado mortal, no sólo somos condenados al infierno, en la otra vida, y a innumerables tormentos en ésta, sino que perdemos la amistad de Dios, el bien más precioso que un hombre puede atesorar.
Escribiendo al respecto del pecado mortal, San Alfonso dice:
"Si el hombre recusa la amistad de Dios, para alcanzar un reino o un imperio del mundo entero, ya sería eso un perverso horror pues la amistad de Dios es mucho más preciosa que el mundo entero y los millares de mundos. Y al final por amor a qué cosa el pecador ofende a Dios? Por un poco de tierra, para satisfacer su ira, por un gozo bestial, por vanidad, por capricho. "Ellos se deshonran por un puñado de cebada y un pedacito de pan" (Ezequiel 13,19)
Al caer en cuenta de la gravedad de la ofensa que cometemos, mirando el gran amor con que Dios nos amó, derramando Su propia sangre para salvarnos, es necesario que nos conmovamos y verdaderamente nos avergonzemos... Pero, que la causa de nuestra vergüenza sea el pecado! Y que esa misma vergüenza nos lleve a un propósito firme y serio de no ofender más a Dios! Caso contrario, sera un vergüenza estéril y sin ninguna utilidad.
El autor sagrado dice que "hay una vergüenza que conduce al pecado y una vergüenza que atrae gloria y gracia". Con razón podría llamarse a "la vergüenza que conduce al pecado" aquella que lleva a la persona o a huir o a omitir sus pecados en la Confesión, ya que esa actitud causaría su propia perdición eterna. En cuanto a la segunda vergüenza, ¿no es aquella que sentimos en la fila del confesionario, y que se esfuma luego que son absueltos nuestros pecados por el sacerdote? "Cuando estamos en la fila para confesarnos sentimos (...) vergüenza, pero después, cuando termina la confesión nos sentimos libres... () perdonados, puros y felices". Por eso dice San Alfonso, "debemos huir de la vergüenza que nos lleva al pecado y nos vuelve enemigos de Dios; no de aquella vergüenza ligada a la confesión de los pecados que nos alcanza la gracia de Dios y la gloria del cielo.
Cuando el demonio nos tienta sugiriendo que, por vergüenza, ocultemos nuestras faltas al sacerdote, recordemos que los pecados de los condenados serán revelados a todos los hombres en el juicio final: "Porque tendremos que comparecer delante del tribunal de Cristo". "Voy a rasgar tus vestidos hasta tu rostro, y mostrar tu desnudez a las naciones, a los reinos tu vergüenza". Cuando la tentación sea de ni siquiera procurar la reconciliación, recordemos la joya de altísimo valor que corremos el riesgo de perder, si morimos en estado de pecado mortal: el propio Dios"
Transformemos por último, la falsa vergüenza de la Penitencia en disposición para servir a Dios, porque el arrepentimiento no consiste en grandes sentimientos sino en un resuelta voluntad de amar, como enseña Santa Teresa: "Consiste (el amor) en una determinación y deseo de contentar a Dios en todo, en procurar todo cuanto podamos, no ofenderlo y rogarle por el aumento continuo de honra y gloria de su Hijo y por la prosperidad de la Iglesia Católica"
Por Equipe Christo Nihil Praeponer
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