Mientras hay disputas, el Reino de Dios no produce frutos
“Pero no sera así entre ustedes. Al contrario, el que de ustedes quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos”
Mt 20, 26-27
En estos días celebramos en la liturgia al apóstol Santiago, hermano de Juan y uno de aquellos tres discípulos que están siempre cerca de Jesús en los momentos clave de la vida del Maestro. Cuando Él sube al Monte Tabor, cuando Él está solo en el Huerto de los Olivos, en algunos momentos siempre estos tres estaban junto a Él: Pedro, Santiago y Juan.
Celebramos a Santiago Mayor, uno de los hijos de Zebedeo, y es justamente así que el Evangelio nos lo presenta; No cuenta que su madre, Salomé, va hasta Jesús a pedirle que permita a sus hijos sentarse en el primer lugar en el Reino de Dios, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Sea la madre que manifiesta la ambición por sus hijos, sean sean los hijos, sea cada uno de nosotros muchas veces manifestamos nuestras ambiciones para Dios.
Nosotros queremos hoy aprender con ese diálogo entre los hijos de Zebedeo y el Señor, a medir también nuestras ambiciones, porque, en el mundo en que vivimos “ser el primero, estar en primer lugar” significa mucho, humanamente hablando.
Es objeto de los deseos humanos, queremos ser el primer hijo, el primer reconocimiento; el mejor amigo, el primero en el corazón de ese o de aquel corazón. De todos modos, existe una ambición de reconocimiento y de valorización. Y cuando eso mueve el corazón humano de una forma o de otra, eso trae la paz al corazón de la persona.
En la Iglesia eso, muchas veces, ocurre cuando las personas valorizan el lugar, el cargo, el titulo, o lo que sea. Pero Jesús hoy es categórico al decir que aquel que quiere ser el primer no tiene problema, pero debe entender que ser el primer quiere decir ser servidor, estar al servicio de todos, humillarse y ponerse en el último lugar.
La Iglesia no debería ser constituida por líderes, sino de siervos, de servidores, de hombres y de mujeres que se ponen a disposición y al servicio del Reino de Dios.
Mientras existan disputas y valorización de títulos y de cargos en cualquier lugar, el Reino de Dios dejará de crecer, de florecer y dar fruto. En el corazón de Jesús, es de allí que queremos salir, es donde queremos reinar eternamente.
Los últimos van ser los primeros, por lo tanto, quien desea tener un lugar único en el corazón de Dios, que comience a servir, empieza a no buscar la valorización ni el reconocimiento humano, y a donar la gratitud en tu corazón para el servicio de Dios!
Fue por eso que Santiago comprendió el mensaje del Maestro y fue el primero en ser martirizado entre los doce apóstoles, dando su vida por el Reino de Dios.
Traducción: Thaís Rufino de Azevedo
¡Dios te bendiga!
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