¡Buen día, Espíritu Santo!
Mientras desperezo mi cuerpo, estiro mis manos,
y me abro a la vida, digo: ¡Gracias! ¡Bienvenido!
Gracias por velar mi descanso, por orar en mi noche,
por sembrar en mis oscuridades semillas de Luz.
Bienvenido a mi día, que es Tuyo, y lo haces mío.
¡Ven, ayúdame a ordenar lo revuelto,
a moderar mis sentires,
a contener mis rebeldías!
Y si en mi batalla de hoy me olvido de Ti,
¡levanta mi mirada!
¿qué podemos hacer juntos hoy?
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