Cultivemos la semilla de la Palabra de Dios en nuestros corazón
Abramos nuestros corazones para acoger y para cuidar la semilla de la Palabra de Dios, que es sembrada en nuestros corazones.
“Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno”
Mt 13,8
¡Amados hermanos y hermanas en el Señor,
es siempre una novedad para nosotros escuchar la parábola del sembrador!
Ella nos muestra la envergadura y la proporción del Reino de Dios presente en medio de nosotros. La Palabra de Dios es como una semilla. Permíteme decirte: no desprecies la semilla, no pienses en una cosa pequeña e insignificante. Muy por el contrario, en la semilla esta todo el árbol en potencia; en la semilla esta la potencialidad de lo que el árbol va ser después. Así como yo no puedo despreciar el óvulo, porque allí está toda una vida humana, esta toda la potencialidad de una vida a ser desarollada, no puedo despreciar la Palabra de Dios que viene en semilla a mi corazón.
Somos muy ansiosos, deseamos que el fruto venga todo listo, crecido y maduro y no tenemos la paciencia de cultivar y de cuidar de la semilla para que crezca y produzca muchos frutos en nuestras vidas. Entonces la primera cosa necesaria, para que eso ocurra, es abrir el corazón para acoger y para cuidar de la semilla de la Palabra de Dios que es arrojada en nuestro corazón.
Yo estoy sembrando esta buena semilla ahora en tu corazón, que escuchas cuando te abres a la Palabra de Dios, cuando escuchas esta misma Palabra en la predica, en la homilía de la Santa Misa y en el grupo de oración.
Todo depende de ti y de mí, depende de nosotros cuidar la buena semilla que es tirada en nuestro corazón. Esta semilla puede producir muchos frutos y frutos abundantes – treinta, sesenta o ciento por un uno. Pero no va producir frutos si los pájaros de la distracción nos la roba (y cuantas son las distracciones que nos quitan la concentración, de lo esencial y que vienen robar la fuerza de la Palabra de Dios en nosotros!), y si somos robados por las distracciones, necesitamos cuidar para no ser como aquel terreno pedregoso que no tenía profundidad, donde la semilla cae y no puede seguir su proceso porque le falta un terreno sólido y profundo. Cuando acojo la Palabra de Dios y no la contemplo de manera superficial, sino que permito que ella penetre en las raíces de mi corazón y de mí vida, ella produce muchos frutos.
¡Por otro lado, necesitamos cuidarnos de tener excesos de preocupaciones y riquezas! Estos excesos de preocupación son como que espinas que sofocan la Palabra de Dios que fue sembrada en nuestro corazón. Si vencemos las distracciones, los problemas, los excesos de preocupación y, sobre todo, la superficialidad de nuestro corazón, esta Palabra cae como una lluvia, llena de gracias para hacer el Reino de Dios una realidad en nuestra vida y en nuestro corazón.
¡Dios te bendiga!
Padre Roger
Sacerdote de la Comunidad Canción Nueva
Sacerdote de la Comunidad Canción Nueva
Traducción: Thaís Rufino de Azevedo
Con adaptaciones del original CPV
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