Hago reposar sobre Él mi Espíritu
Hoy la primer lectura, -Miqueas 2,1-5-, nos muestra como el pueblo de Dios, al alejarse de Dios, al desviarse del camino, entró en pecado y cometió errores; a causa de eso la desgracia cayó sobre ellos. El Señor no quería eso, pero la consecuencia de los pecados los llevó a eso. Dios habla con dolor de corazón y apenas anuncia lo que va a suceder.
El salario del pecado es la muerte. El Señor no quiere que sea así, pero necesita declararlo. Esa es la principal razón por la que debemos huir del pecado, porque corta nuestra relación con Dios Padre; y donde entra el pecado entra el desorden, la desgracia y el desastre.
En el Evangelio (Mt 12, 14-21), vemos algo desastroso. Los fariseos, hombres que se esmeraban en cumplir la ley, tramaron un plan para matar a Jesús. Más allá que ellos tuvieran sus planes, la multitud seguía a Jesús y Él realizaba milagros a favor de ellos. Los “injustos” tenían un plan para matar a Jesús, pero la multitud pobre, simple de corazón, abierta al Señor y deseosa de Dios, seguían a Jesús y Él realizaba numerosos milagros.
El Evangelio muestra que Jesús estaba totalmente al servicio del Padre, y lo que se dice sobre Jesús, Dios quiere que se diga de nosotros también. Que seamos siervos de Dios en primer lugar, dispuestos a hacer su voluntad por encima de todo.
El Señor nos quiere en las palmas de sus manos, para poder ampararnos y guiarnos.
“Electo” quiere decir “escogido”, del latín “amar”. Por lo tanto, Dios te eligió por amor. Eres un elegido del Señor. El Padre te eligió, te eligió por amor, por puro amor. No tenías ningún mérito, pero por gracia, te eligió.
¡Mira qué declaración linda del Señor para nosotros!
Somos siervos, somos los elegidos a quien el Señor quiere dar todo su afecto. El Padre que ama su Hijo Jesús, también te ama. El Padre que pone su amor en su Hijo Jesús, la deposita también en ti.
Estamos, en estos días, escuchando el tema de este campamento: “¡Coraje, valiente guerrero!”. Palabras que Dios dijo a Gedeón, en un tiempo de grandes desastres. Hoy, el Señor las repite a nosotros.
La Palabra del Señor continúa: “Y el Espíritu reposó sobre él”. Siempre me llamó la atención el término “reposar”. Investigando, descubrí que el mismo se utilizó en la creación del mundo, donde el Espíritu reposó sobre el caos y ordenó todo. El Espíritu Santo quiere reposar sobre ti y hacer de ti una criatura nueva, totalmente nueva. La inmensa gracia que hemos recibido es la del Espíritu Santo, que comenzó en 1967 y sigue sucediendo hasta hoy, transformando a las personas. Yo puedo decir que la inmensa gracia ocurrió en mi vida, es la del Bautismo en el Espíritu Santo. ¡Fui totalmente transformado! Esa transformación se fue dando de a poco. Dios fue realizando maravillosos cambios en mi vida. Hoy ya no soy el mismo. Sé que hay mucho aún, pero día a día el Espíritu va transformándome.
Necesitamos ser bautizados continuamente en el Espíritu Santo.
Permite que esa experiencia se prolongue en ti y se haga siempre nueva. Como una planta, que siempre se renueva, el bautismo en Espíritu quiere renovarse en ti.
Como el Espíritu Santo es “Santo”, Él va a transmitir aquello que Él es. Ser santo es su esencia. Donde el agua está, está mojando; donde el fuego está, está quemando; donde el Espíritu está, está santificando.
Cuanto más te apartes del pecado, más santo serás. Así, tendrás cada vez más inmunidad ante el pecado. Es lo que el Señor tiene para nosotros. Si aún no recibiste la gracia del Bautismo en el Espíritu, hoy el Señor te la quiere dar.
Cuando recibí la gracia del bautismo en el Espíritu, no entendía mucho, pero la deseé desde el fondo de mi corazón. En ese momento, ni sentí grandes cosas, pero los efectos fueron apareciendo con el tiempo. Tú también tienes que desear recibir esa gracia.
Cuando queremos, pedimos. ¡Entonces pide!
El Señor quiere concederte el bautismo en el Espíritu.
Vemos, en el final del Evangelio, el porqué del bautismo en el Espíritu Santo. “Para que lleve a las naciones la verdadera religión”. El Señor quiere que llevemos el Evangelio hasta los confines de la Tierra. No sé cuál es tu campo de evangelización, pero Dios sabe. Y cuando te abres, Él irá alargando ese campo. Dios quiere que seas un apóstol, un evangelizador. ¡Cuánto necesita nuestro pueblo la Palabra de Dios! ¡Cómo necesitamos del Evangelio vivido! ¡Cuánta transformación, cuando dolor y cuanto sufrimiento! Pero el Señor quiere hacer nuevas todas las cosas; quiere, por medio de nosotros, llevar eso a las naciones.
Adaptación del original en portugues.
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