Aumentar nuestra fe en la Iglesia
Hoy desearía empezar algunas catequesis sobre el misterio de la Iglesia, misterio que todos nosotros vivimos y del que somos parte. Lo querría hacer con expresiones bien presentes en los textos del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Hoy la primera: la Iglesia como familia de Dios… La palabra misma “Iglesia”, del griego ekklesia, significa “convocación”: Dios nos convoca, nos impulsa a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarse en uno mismo, y nos llama a formar parte de su familia…
Todavía hay quien dice hoy: “Cristo sí, la Iglesia no”. Como los que dicen: “yo creo en Dios, pero no en los sacerdotes”. Pero es precisamente la Iglesia la que nos lleva a Cristo y nos lleva a Dios; la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Cierto, también tiene aspectos humanos; en quienes la componen, pastores y fieles, existen defectos, imperfecciones, pecados; también el Papa los tiene, y tiene muchos, pero es bello que cuando nos damos cuenta de ser pecadores encontramos la misericordia de Dios, que siempre nos perdona. No lo olvidemos: Dios siempre perdona y nos recibe en su amor de perdón y de misericordia. Hay quien dice que el pecado es una ofensa a Dios, pero también una oportunidad de humillación para percatarse de que existe otra cosa más bella: la misericordia de Dios. Pensemos en esto.
Preguntémonos hoy: ¿cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde cada uno se sienta acogido y comprendido, sienta la misericordia y el amor de Dios que renueva la vida? La fe es un don y un acto que nos incumbe personalmente, pero Dios nos llama a vivir juntos nuestra fe, como familia, como Iglesia.
Audiencia general 29/05/2013 (trad. © copyright Librería Editrice Vaticana)
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