martes, 6 de noviembre de 2018

Meditación: Filipenses 2, 5-11

Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús.
Filipenses 2, 5

San Pablo exhortaba a los cristianos de la ciudad de Filipos a tener la humildad de Cristo y a cuidarse los unos a los otros, sabiendo que esto sería para ellos motivo de gran gozo.

Si este versículo hubiera sido escrito en lenguaje moderno, diría más o menos así: “Quizá no lo crean, pero ustedes son capaces de amarse los unos a los otros de un modo que nunca pensaron que sería posible, simplemente porque están en Cristo. No les pido que hagan un gran esfuerzo, sino solo que entiendan que por estar en el Señor ustedes ya tienen un corazón nuevo, porque han sido incorporados a la relación viva que une a Cristo con su Padre. Jesús quiere que ustedes tengan parte en el amor y la confianza que comparten él y su Padre. Vean el corazón de Cristo en este himno y entenderán lo que les estoy diciendo.”

A continuación, San Pablo cita un himno que presenta uno de los retratos más hermosos que encontramos en las Escrituras del Hijo fiel que confía en el amor de su Padre. Jesús “se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres.” El Padre deseaba que el mundo viera que Jesús confiaba totalmente en él, dándose por entero hasta la “muerte de cruz” (2, 7. 8).

¿Iba Dios a dejar que su Hijo permaneciera muerto? ¡Por supuesto que no! Lo resucitó, lo estrechó en sus brazos y le concedió toda autoridad, ordenando que toda la creación se postrara ante él. Esta acción revela en sí misma el intercambio divino: quien se da por amor recibe, como recompensa, un amor más grande aún. Este continuo flujo de amor entre el Padre y el Hijo es aquello que los creyentes debemos entender y compartir.

Dios sabe que jamás podríamos actuar como Jesús si primero no fuéramos incorporados a la relación del Hijo con el Padre. Ahora, bautizados en Cristo, podemos conocer a Dios como Padre y confiar en que él nos cuida exactamente del mismo modo como cuidó a Jesús. Así, cuando nos “rebajamos” de una posición de prejuicio, ambición egoísta o soberbia, podemos experimentar la dulce y profunda acción del Padre, que nos llena de su amor y nos resucita con su Hijo.
“Padre celestial, creo que si hago lo posible por acercarme a tu lado, tú me concederás inmensas e incontables bendiciones.”
Salmo 22(21), 26-32
Lucas 14, 15-24

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