jueves, 1 de noviembre de 2018

Invoqué Tu Nombre, escuchaste mi voz

Para este viernes 2 de noviembre la Iglesia nos propone en la liturgia un texto del libro de las Lamentaciones, más concretamente la Tercer Lamentación. Jerusalen, la ciudad Santa, se encontraba devastada, y el libro recoge las quejas desgarradoras de los que permanecieron ante la triste situación.


El presente encuentra a muchos de los nuestros expresando en su corazón la misma oración: “Se me acabaron las fuerzas, y mi esperanza en el Señor”. Es el dolor expresado en el corazón de muchas familias atormentadas por la división, por la falta de perdón, por el desamor, por las adicciones de los hijos, por la enfermedad de uno de sus miembros. Es el grito de tantos migrantes de Centroamérica, de niños que huyen de la violencia, de venezolanos desabrigados, desarropados de todo; de nuestras comunidades sin voz ni visibilidad en el NOA y en el NEA de nuestra Argentina; es el clamor de la Iglesia perseguida en el oriente; del padre y madre de familia que ha perdido su trabajo; y es también tu voz, la voz de quien carga con la angustia de sentir que la vida misma se derrumba envuelta en tristeza y desesperanza.
“Ya no hay paz para mi alma,Me olvidé de la felicidad.Por eso dije: “Se ha agotado mi fuerzaY la esperanza que me venía del Señor”.Lam 3,17
En medio de esta telaraña, en el Silencio de nuestra Capilla de Adoración, podemos vivir aquello que el hombre y la mujer de Dios expresa: “Es Bueno esperar en silencio la salvación que viene del Señor” (Lam 3,25). Un silencio expectante. Un silencio que no es ausencia, sino presencia. Un silencio que prepara, que trae a la memoria que la misericordia del Señor no termina y no se acaba Su compasión. (cfr. Lam 3,22)

Querida Familia reunida en torno al Cordero, déjate llenar del Espíritu Santo en estas 40 horas. Permite que la aflicción, que el dolor, que aquello que te humilla sea abrazado por la Gracia. No te dejes aplastar ni aprisionar por el acusador, por el atormentador. Que tu silencio, que tu mirada clavada en Su mirada sean el canal por donde recibas el Don de Dios.
Entonces invoqué tu Nombre, Señor,Desde lo más profundo del pozo.Tú escuchaste mi voz.Te acercaste y dijiste: “¡No temas!”Lam 3, 55 - 57
Miguel Angel Yunges
Comunidad Piedras Vivas 

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