Si ustedes no son fieles administradores del dinero . . .
¿quién les confiará los bienes verdaderos?
Lucas 16, 11
Muchos se incomodan cuando se habla de dinero, especialmente en términos de moral, pero la vida cristiana práctica nos exige examinar el uso que de él hacemos para ver si encontramos vestigios de codicia en nuestro corazón.
Hay ciertas cosas que no nos gusta examinar porque son demasiado personales y nos tocan demasiado en lo profundo. Casi todos nos preocupamos mucho de nosotros mismos y eso limita nuestra capacidad para vernos como miembros de una comunidad más amplia de personas, una colectividad que incluye tanto a los ricos como a los pobres. Las palabras de Jesús iban dirigidas no solo a sus discípulos, los pobres de sus días, sino también a los ricos, y son palabras que siguen aplicándose a todos los que formamos las comunidades de hoy y a todos los estratos de la sociedad.
Jesús nos advirtió que, si no nos cuidamos, el dinero llegará a dominarnos. A la mayoría de las personas les gusta pensar que saben manejar bien el dinero, ¡pero éste siempre exige ser amo y señor! ¿Cuántas personas conoce usted que creen que realmente tienen dinero suficiente? Los fariseos no se consideraban esclavos del dinero (como Lucas 16, 14 dice que eran), porque ¡en realidad, nadie considera que lo es! La advertencia de Jesús de que el dinero rivaliza con Dios para ser el amo les llegaba como un golpe contundente. Y lo sigue siendo; la gente, incómoda por esta enseñanza, tiende a mofarse del maestro.
No obstante, es algo que todos debemos enfrentar. ¿Es el dinero lo más importante para ti? ¿Te parece que la falta de dinero es un obstáculo para tu vida cristiana? Quizá no haya una sola respuesta para cada situación, porque a veces podemos experimentar algo de estas actitudes. Conviene, pues, examinarse ante el Señor cada día.
Por eso, con cierta frecuencia proponemos a nuestros lectores que adopten ciertas prácticas espirituales útiles para su provecho personal: Dedicar unos diez minutos al día a la oración personal; hacerse un diario examen de conciencia; dedicar diez minutos o más al día a leer la Escritura, pidiéndole al Espíritu Santo que nos ilumine la mente; adoptar una práctica constante de leer libros espirituales y participar en la vida sacramental y comunitaria de la Iglesia.
“Amado Jesús, sé que el dinero es necesario en el mundo, pero quita de mí toda inclinación a la codicia, te lo ruego.”
Filipenses 4, 10-19
Salmo 112(111), 1-2. 5-6. 8-9
fuente: Devocionario católico La Palabra con nosotros
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