sábado, 5 de julio de 2014

Pertenecemos a María, nuestra Madre

Pertenecemos a María,  Madre de Jesús y nuestra Madre

Cuando nos consagramos a Nuestra Señora estamos realizando un acto jurídico, estamos dándole aquello que le pertenece. Nosotros le pertenecemos. ¡Todo hijo pertenece a su madre! Y es necesario que el hijo sea devuelto a ella, a su Madre.
Cuántas veces vemos cuestiones jurídicas intrincadas en que el juez acaba devolviendo a la madre el hijo que le pertenece. Es un derecho más que natural. Ella lo engendró en su vientre.

Es necesario que nosotros, que somos hijos, seamos devueltos a María, que es nuestra Madre. Es cuestión de derechos. Justicia es dar a cada uno lo que le pertenece. El hijo debe ser entregado a la Madre porque le pertenece a ella. Es una cuestión de justicia. Nosotros y todos sus hijos necesitamos ser devueltos a la Virgen María, porque es una cuestión de justicia: le pertenecemos, somos sus hijos. Ella es nuestra madre. Es urgente, es deber de justicia darle a ella lo que es de ella: todos sus hijos.

Maria

La Palabra de Dios en Colosenses 1,15, nos dice que Jesús fue escogido por el Padre para ser el primogénito de todas las criaturas. ¿Qué es un primogénito? Es el primer hijo en medio de los otros hijos. En mi casa, por ejemplo, yo soy el primogénito, tengo cinco hermanos más. Porque nosotros somos seis hijos del mismo padre y la misma madre y yo nací primero, por eso soy entre ellos, el primogénito.

En su plan maravilloso, el Padre quiso tener una multitud de hijos, entre los cuales quiso que Jesús fuese el Primogénito. Cuando el Señor proyectó ese plan necesitaba que Jesús y sus otros hijos tuviesen una Madre. Para que Jesús fuese el primogénito de todas las criaturas era necesario que Su Madre sea también la Madre de todos los otros hermanos.

En el pensamiento de Dios, la primera criatura proyectada fue aquella que El escogió para ser la Madre de su Hijo hecho hombre, y de todos los otros hijos. La primera de todas las criaturas es María. Fue en lo alto del Calvario que Cristo acabó firmando, no con tinta sino con su Sangre, aquella escritura en la cual declaraba que María era nuestra Madre. San Juan testimonia ese hecho en el Evangelio:

“Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.” (Juan 19, 26-27a)

Nuestro Señor Jesucristo estaba realizando una cuestión jurídica. Ahí, en el Calvario, él firmaba con su Sangre, derramada en aquel momento, y promulgaba con su Palabra, desde lo alto de la cruz: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu madre”. Estaba hablando en lenguaje jurídico romano, porque era necesario hacer el documento y promulgarlo.

Desde toda la eternidad, desde que Dios es Dios, desde que el Padre concibió ese plan maravilloso: Su Hijo vendría a este mundo y sería el Primogénito de toda criatura. Desde ese momento, María ya era Su escogida para ser nuestra Madre.
Presta atención: “Para ser mi Madre desde toda la eternidad, María ya había sido escogida por el Padre. Madre de Jesús, mi Madre y Madre de todos mis hermanos, para que El fuese el Primogénito de todas las criaturas”.

Proclama:
Yo pertenezco a María desde toda la eternidad. Desde cuando Dios Padre concebió ese lindo plan en el cual Jesús sería el Primogénito en medio de una multitud de hermanos, El ya escogió a María para ser la Madre de Jesús, mi Madre y Madre de todos mis hermanos. Muchas gracias, oh Padre, por tan linda elección. Desde toda la eternidad, antes que yo exista, María ya era mi Madre y yo su hijo“.

Monseñor Jonas Abib (Trecho extraído del libro “María, mujer del Génesis al Apocalipsis”)
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
fuente: www.cancionnueva.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario