David nos enseña a tener un corazón humilde y puro
David, humilde y escogido, un hombre contemporáneo, vive con una duda constante: ¿Quién soy yo?. Santa Teresita nos dice: “Yo soy lo que Dios piensa de mi“. Y solo se puede descubrir lo que El piensa sobre nosotros estando en Su presencia. El primer llamado del Señor en la vida del hombre es el de la santidad, y ser santo es estar constantemente con el Señor. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “todos los hombres son llamados al mismo fin, el propio Dios.” ( CIC 1878).
Viviendo en la presencia del Padre, El mismo nos despierta el cuestionamiento: ¿Cuál es mi vocación?. Esta es una respuesta que solo se podrá encontrar si estamos cerca al Señor, pues es El quien nos llama, y es El a quien debemos responder. En este contexto, David nos trae un ejemplo de quien anduvo en la presencia de Dios y así correspondió con humildad la elección del Señor para su vida.
En el texto de 1 Samuel 16,10, encontrarás un detalle en la elección de David como Rey de Israel. “Jesé trajo a sus siete hijos a la presencia de Samuel, pero Samuel dijo: ‘El Señor no escogió a ninguno de ellos“. El número siete en la Biblia hace referencia a la perfección. Jesé trae lo mejor que tiene para ofrecerlo a Dios, pero no llama a David, pues él aún era un niño. A los ojos humanos, David era inapropiado para asumir el reinado. Si continuamos la lectura, veremos que no es el Padre quien menciona a David, sino que es el mismo profeta que pregunta: “¿Todos sus hijos están aqui?”(1 Sam 16, 11). Podemos percibir que David no era una opción considerable para sus familiares, pero apenas Samuel lo vió, declaró: “He aquí el escogido”.
Frente a esta elección del Señor, David permanece pastor de ovejas, continúa sirviendo a su padre y a sus hermanos. Pero la forma como él responderá a los acontecimientos de su día a día no será igual, pues contará con el auxilio del Espíritu Santo que le fue enviado por Dios.
Hoy, cuando escuchamos hablar de David, vemos que se enfatiza su gran reinado, se habla de que fue un guerrero victorioso y valiente. Pero en su juventud encontramos la llave de su vocación. Desde pequeño, él estuvo constantemente en la presencia del Señor.
No sabemos si David entendía plenamente el significado de la unción que le fue dada pero podemos ver que él no buscaba a Dios como un medio para ser promovido, no buscaba idealizar los proyectos que el Señor hacía a partir de la unción que recibió de profeta. Nuestro personaje no crea futuras expectativas pues tiene un corazón humilde y no vive de proyecciones fantasiosas. David se dedica a disfrutar del presente que Dios le proporcionó.
Es bonito percibir cómo Dios es el gran amigo del niño. A David le da toda honra y todo mérito, pues sabe de su pequeñez y reconoce que “fue el Señor quien lo libró de las garras del león y del oso, y también de las manos del filisteo Goliat” ( 1 Sam 17, 37).
Todo lo que viene después, en la vida de David, es una consecuencia de estar siempre en la presencia de Dios. Esa es la primera vocación para la cual el Señor llamó al pequeño pastor de ovejas y también a nosotros. Vivir una vida cerca a Dios es el punto clave para que tengamos condiciones de corresponder, y bien, a los proyectos del Señor que se van presentando en nuestro caminar.
David nos enseña que solo un corazón humilde y puro puede ser totalmente dócil al llamado de Dios. Y esa característica lo acompaña por toda su vida. ¡David es un hombre adorador!
Hay una vocación para la cual el Señor nos invita. Hay un lugar donde nos podemos realizar y vivir plenamente el don que somos. David nos ayuda a descubrir y a realizar el proyecto de Dios en nuestra vida, el secreto está en que permanezcamos en el corazón del propio Dios. “Nos creaste para tí, y el corazón está inquieto mientras no repose en ti.” (Confesiones 1,1).
Que no tengamos miedo de encarar el desafío que el Señor nos hace al invitarnos a seguirlo. Es en el día a día que El nos conduce y nos revela su deseo. Para que lleguemos a los picos más altos a donde el Señor nos quiere llevar necesitamos dar los pequeños pasos que nos toca. “No debemos tener miedo de lo que Dios nos pide en las circunstancias de la vida”, nos dice Benedicto XVI. El alimento que nos sustenta en el camino es el mismo Dios.
Paulo Pereira
Misionero de la Comunidad Canción Nueva
Misionero de la Comunidad Canción Nueva
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