jueves, 8 de noviembre de 2018

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 15,1-10.

Evangelio según San Lucas 15,1-10.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".Jesús les dijo entonces esta parábola:"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría,y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse".Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Quien no se ha sentido aceptado tal y como es, en algún momento de su vida, no puede entender este fragmento del Evangelio de Lucas. Por algo a Lucas le llaman el evangelista de la misericordia.

De todo lo que se podría comentar hoy, me quiero fijar en un primer aspecto: vivir sin prejuicios. Nosotros también nos volvemos a veces fariseos, o sea, que somos intolerantes en nombre de la lógica, de lo que se ha hecho siempre y de lo que nos parece que debe ser así. Y a veces somos publicanos, o sea, nos creemos justos y nos permitimos juzgar a los demás. Nuestras propias ideas, nuestras concepciones nos impiden ver las cosas con los ojos de Dios. Quitarnos las propias gafas, y ponernos las gafas de Dios, para verlo todo como Él lo ve, es el primer paso para sentir la misericordia divina. ¿Juzgo a los demás o los comprendo? ¿Acepto las críticas o solamente me gusta criticar? ¿Creo que la gente puede cambiar? ¿Creo que yo puedo ser mejor?

Un segundo comentario. Alegrarse y compartir. Sentir la misericordia divina es motivo de alegría, da sentido a la vida y nos permite mirar al mundo de otra manera. Por eso hay que compartirlo con los demás. No podemos guardarnos para nosotros la felicidad de saber que podemos comenzar de nuevo el camino, porque Él ha borrado nuestros pecados y nos permite de nuevo escribir en la página en blanco de nuestra vida. Un cuento de Anthony de Mello nos puede ayudar.

Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.

Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.

Pero un día me dijo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte». Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies... Te quiero...».

Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambié. (Anthony de Mello; No cambies)

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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